Encuentros con la Palabra
Domingo XVIII Ordinario – Ciclo A (Mateo 14,13-21)
“... denles ustedes de comer”
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
Anthony de Mello, cuenta en su libro, El Canto del Pájaro , la historia de un hombre que
paseando por el bosque vio un zorro que había perdido sus patas; el hombre se
preguntaba cómo podría sobrevivir el pobre zorro mutilado. Entonces vio llegar a un tigre
que llevaba una presa en su boca. El tigre ya se había hartado y dejó el resto de la carne
para el zorro. Al día siguiente Dios volvió a alimentar al zorro por medio del mismo tigre.
De modo que el hombre quedó maravillado de la inmensa bondad de Dios y se dijo: «Voy
a quedarme en un rincón, confiando plenamente en el Señor, y éste me dará cuanto
necesito». Así lo hizo durante varios días; pero no sucedía nada y el pobre hombre estaba
casi a las puertas de la muerte cuando oyó una Voz que le decía: « ¡Oh tú, que te hallas
en la senda del error, abre tus ojos a la Verdad! Sigue el ejemplo del tigre y deja ya de
imitar al pobre zorro mutilado» .
Es frecuente que, cuando nos encontramos con situaciones dolorosas, reaccionemos ante
Dios pidiéndole que haga algo por nosotros, que nos ayude a solucionar nuestros
problemas. Y, ciertamente, Dios hace algo, pero nos invita a colaborar con él en su obra.
Cuánta gente, cuando constata las miserias y sufrimientos de nuestros pueblos, no le
reclama de Dios una respuesta frente a tanto dolor. La pregunta que muchas veces
asoma a nuestros labios es: “¿Por qué permites estas cosas? ¿Por qué no haces nada?”
La respuesta que nos da Dios es: “Ciertamente que he hecho algo. Te he hecho a ti”.
El texto evangélico de este domingo nos presenta la reacción de Jesús ante el asesinato
de Juan el Bautista. “Cuando Jesús recibió la noticia, se fue de allí él solo, en una barca, a
un lugar apartado. Pero la gente lo supo y salió de los pueblos para seguirlo por tierra. Al
bajar Jesús de la barca, vio la multitud; sintió compasión de ellos y sanó a los enfermos
que llevaban”. Jesús no se deja aplastar por su dolor ante el crimen que había acabado
de cometer Herodes contra su amigo, el profeta Juan. Siente compasión y no pude cerrar
los ojos ante el sufrimiento de aquellos que lo siguen hasta ese lugar apartado.
Los discípulos, viendo que se hacía tarde, y que la gente no tenía dónde encontrar
comida, le sugieren a Jesús que los despida para que vayan a las aldeas a comprar
comida. Pero Jesús les dice: “No es necesario que se vayan; denles ustedes de comer”.
La reacción de sorpresa no se deja esperar: “No tenemos aquí más que cinco panes y
dos pescados”. Esto no alcanzará para alimentar a tantos. Jesús, entonces, toma los
pocos panes y peces, manda que la multitud se siente sobre la hierba y “mirando al cielo,
pronunció la bendición y partió los panes, los dio a los discípulos y ellos los repartieron
entre la gente”. Jesús parte y los discípulos re-parten lo poco que tenían con una multitud.
Y “todos comieron hasta quedar satisfechos”. No podemos seguir imitando al zorro
mutilado. Tenemos que imitar más bien al tigre, que alimenta todos los días al que no
puede buscar su alimento. Sólo así seremos discípulos de Aquel que no evadía el hambre
de su pueblo, sino que partía y repartía con ellos todo lo que tenía.
* Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá
Si quieres recibir semanalmente estos “Encuentros con la Palabra ”,
puedes escribir a herosj@hotmail.com pidiendo que te incluyan en este grupo.