EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
viernes 01 Agosto 2014
Viernes de la decimoséptima semana del tiempo ordinario
Libro de Jeremías 26,1-9.
Al comienzo del reinado de Joaquím, hijo de Josías, rey de Judá, llegó esta palabra
a Jeremías, de parte del Señor:
«Así habla el Señor: "Párate en el atrio de la Casa del Señor y di a toda la gente de
las ciudades de Judá que vienen a postrarse en la Casa del Señor todas las palabras
que yo te mandé decirles, sin omitir ni una sola.
Tal vez escuchen y se conviertan de su mal camino; entonces yo me arrepentiré del
mal que pienso hacerles a causa de la maldad de sus acciones.
Tú les dirás: Así habla el Señor: Si ustedes no me escuchan ni caminan según la
Ley que yo les propuse;
si no escuchan las palabras de mis servidores los profetas, que yo les envío
incansablemente y a quienes ustedes no han escuchado,
entonces yo trataré a esta Casa como traté a Silo y haré de esta ciudad una
maldición para todas las naciones de la tierra."»
Los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo oyeron a Jeremías mientras él
pronunciaba estas palabras en la Casa del Señor.
Y apenas Jeremías terminó de decir todo lo que el Señor le había ordenado decir al
pueblo, los sacerdotes y los profetas se le echaron encima, diciendo: «¡Vas a morir!
Porque has profetizado en nombre del Señor, diciendo: Esta Casa será como Silo, y
esta ciudad será arrasada y quedará deshabitada.» Entonces todo el pueblo se
amontonó alrededor de Jeremías en la Casa del Señor.
Salmo 69(68),5.8-10.14.
Más numerosos que los cabellos de mi cabeza
son los que me odian sin motivo;
más fuertes que mis huesos,
los que me atacan sin razón.
¡Y hasta tengo que devolver
lo que yo no he robado!
Por ti he soportado afrentas
y la vergüenza cubrió mi rostro;
me convertí en un extraño para mis hermanos,
fui un extranjero para los hijos de mi madre:
porque el celo de tu Casa me devora,
y caen sobre mí los ultrajes de los que te agravian.
Pero mi oración sube hasta ti, Señor,
en el momento favorable:
respóndeme, Dios mío, por tu gran amor,
sálvame, por tu fidelidad.
Evangelio según San Mateo 13,54-58.
Al llegar a su pueblo, se puso a enseñar a la gente en la sinagoga, de tal manera
que todos estaban maravillados. "¿De dónde le viene, decían, esta sabiduría y ese
poder de hacer milagros?
¿No es este el hijo del carpintero? ¿Su madre no es la que llaman María? ¿Y no son
hermanos suyos Santiago, José, Simón y Judas?
¿Y acaso no viven entre nosotros todas sus hermanas? ¿De dónde le vendrá todo
esto?".
Y Jesús era para ellos un motivo de tropiezo. Entonces les dijo: "Un profeta es
despreciado solamente en su pueblo y en su familia".
Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la falta de fe de esa gente.
Comentario del Evangelio por :
San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la
Iglesia
Sermón 51, §19-20 y 30
“¿No es este el hijo del carpintero?”
La respuesta del Señor Jesucristo: Convenía que yo me ocupara de las cosas de mi
Padre (Lc 2,49), no indica que la paternidad de Dios excluya la de José. ¿Cómo lo
probamos? Por el testimonio de la Escritura, que dice así: Y les respondió: ¿No
sabíais que conviene que yo me ocupe de las cosas de mi Padre? Ellos, sin
embargo, no comprendieron de qué les estaba hablando. Y, bajando con ellos, vino
a Nazaret y les estaba sometido (v. 51)… ¿A quiénes estaba sometido? ¿No era a
los padres? Uno y otro eran los padres… ellos eran padres en el tiempo; Dios lo era
desde la eternidad. Ellos eran padres del Hijo del hombre, el Padre lo era de su
Palabra y Sabiduría (1 Co 1,24), era Padre de su Poder, por quien hizo todas las
cosas. […]
Ya he hablado bastante sobre por qué no debe preocupar el que las generaciones
se cuenten por la línea de José y no por la de María: igual que ella fue madre sin
concupiscencia carnal, así también él fue padre sin unión carnal. Por tanto,
desciendan o asciendan por él las generaciones. No lo separemos porque careció de
concupiscencia carnal. Su mayor pureza reafirme su paternidad, no sea que la
misma santa María nos lo reproche. Ella no quiso anteponer su nombre al del
marido, sino que dijo: Tu padre y yo, angustiados, te estábamos buscando (Lc
2,48). […]
¿Acaso se le dice: “Porque no lo engendraste por medio de tu carne”? Pero él
replicará: “¿Acaso ella le dio a luz por obra de la suya?”. Lo que obró el Espíritu
santo, lo obró para los dos. Siendo —dice— un hombre justo, dice el evangelista
Mateo (1,19) justo era el varón, justa la mujer. El Espíritu Santo, que reposaba en
la justicia de ambos, dio el hijo a ambos.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”