XX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A.
VIAJE, TAL VEZ TURISMO, SIN IR DE INCOGNITO
Padre Pedrojosé Ynaraja
Delimitar territorios y atribuírselos, viene de antiguo. Tal vez la costumbre hunda
sus raíces en instintos animales. Muchos de estos últimos, lo primero que hacen al
llegar a un lugar, es con sus orines, marcar terrenos de dominio. Poblados,
naciones o estados, han tenido mucha importancia en la historia humana. Lo difícil
es encontrarles a estos conceptos sus fundamentos antropológicos. Fueran como
fuesen las normas jurídicas de entonces, el caso es que en tiempos de Jesús y en
su tierra, mandaban los ejércitos de la ciudad de Roma. En lo que llamamos
genéricamente Tierra Santa, se distinguían tres territorios: Galilea, Samaría y
Judea. En su entorno otras comunidades. En el norte desde antiguo habitaban
gente del Líbano, montañeros y pastores unos y gente de mar, navegantes otros.
Con estas entidades podía haber guerra o pacífico comercio. La perversa Jezabel,
extranjera de origen y de práctica religiosa, casada con el calzonazos rey Acab,
llegada del norte, dominó a su antojo en Israel. Salomón consiguió buenos
contratos de tala y trasporte de cedros, para edificar el Templo en Jerusalén, tal
como le había encargado su padre David, de Jirán rey de Tiro. Aquellas tierras,
pues, eran extranjeras, pero sin que existieran en aquellos tiempos rivalidades
peligrosas. De aquí que fronteras, sí, visados y pasaportes, no. Comercio y cierta
antipatía también.
Jesús está por estas tierras, próximo a las ciudades independientes de Tiro y Sidón.
¿a qué fue? ¿qué está haciendo? No se preocupan de contárnoslo los evangelistas,
no tendría importancia.
Aparece de sopetón esta mujer inoportuna y pedigüeña. Una pelma, así la
consideran los discípulos. Que se largue, dicen.
El Maestro no piensa lo mismo y la atiende atentamente. Aflora un cierto
nacionalismo, semejante a lo ocurrido con la mujer samaritana de junto al pozo de
Jacob. Es una excusa sin fundamento, de inmediato escucha a la mujer siro-fenicia.
El lenguaje es espontaneo, pueblerino, muy sincero, es una mujer sin entretelas.
Muy decidida, eso sí.
El perro en aquel tiempo, con el burro, formaban parte del conjunto familiar. La
mujer juega con estas vivencias suyas sincera y astutamente. A Jesús su manera
de expresarse le hace gracia. Admira su Fe y quiere que los demás sepan que fuera
de Israel también hay gente buena.
La mujer marcha habiendo conseguido la curación de su hija. Los discípulos
quedaron admirados y este sencillo episodio lo recoge el evangelio.
Reclamar y exigir derechos, sin tener fundamentos seguros y de valor, como casi
siempre ocurre, acudir a la violencia física o verbal, siempre hace mella.
Os invito, mis queridos jóvenes lectores a que analicéis el fenómeno tan actual de
las rivalidades entre estado, naciones o como se quiera llamar un territorio. Lo que
pasa en la franja de Gaza y en Irak, lo que pasa en otros lugares, sin que exista
tanta violencia. Podrán conseguir lo que solicitan, tendrán su independencia o sus
derechos, lo difícil será que desaparezca los odios que se han sembrado y que
perduran durante mucho tiempo.