XVIII Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Sábado
Lecturas bíblicas
a.- Hab. 1,12-2, 4: El justo vivirá por la fe.
b.- Mt. 17, 14-20: El endemoniado epiléptico.
En este evangelio contemplamos, una vez más, cómo la fe suplicante de un padre
por la salud de su hijo, que es un lunático, un endemoniado epiléptico, que como el
centurión había rogado por la salud de su criado y la cananea por la de su hija, que
se lastima la salud, por esta enfermedad (cfr. Mc. 9,14-29). Quizás el hombre, no
quería molestar a Jesús, como el centurión, de ahí que intenta lograrlo por medio
de sus discípulos, pero que no consiguieron hacerlo (vv. 14–16; cfr. Mt. 8,8). Si
bien la respuesta de Jesús es poco alentadora, finalmente acepta expulsar el
demonio, y devolverle la salud (vv.17-18). Estas palabras las podemos considerar
como un desahogo de Jesús por la falta de fe, el pueblo está ávido de milagros,
pero no aceptan sus palabras, los apóstoles han fracasado, las autoridades
religiosas lo rechazan, etc. Jesús está cansado, pero así y todo, renueva su
esperanza, impulsado por la caridad, trajeron al niño y lo sanó. Sufre por tener que
soportar la incredulidad de los hombres, son los dolores de su alma (cfr. Hb.5, 7),
incluidos los apóstoles. Esta actitud de Jesús, resulta conmovedora y consoladora.
La primera nos hace testigos de los sufrimientos del Mesías, consoladora, porque
Jesús se muestra verdadero hombre, se conmueve, lo que nos trae todos los
bienes de la salvación. Esta curación da motivo al evangelista para centrarse en la
instrucción de la fe a los apóstoles (vv.19-21). Si Jesús dice que hace falta un
“poco” de fe para obrar milagros, ¿qué era entonces la falta de fe de los
apóstoles?, sino poca fe. El grano de mostaza, es decir, la poca fe para obrar
maravillas es necesaria pero no se trata de cantidad, sino de calidad; se trata de
una fe, sin dudas, sin vacilaciones. Lo fundamental es tener fe, es una
participación en el poder de Dios, para quien nada es imposible (cfr. Lc. 1, 37). Los
discípulos tienen dificultades para creer en Cristo, poca fe, sobre todo, cuando
anuncia su Pasión y las condiciones para seguirle. En ellos, no se trata de
incredulidad, sino una fe insuficiente, no plenamente desarrollada, que no ha
llegado a la comprensión total, que de vigor a toda su existencia del creyente.
Tienen fe, pero endeble, mediocre, pusilánime. La fe no traslada las montañas,
sino a los hombres de la muerte a la vida, transformar sus vidas, para ser
trasladados a vivir en Dios. Quien deja su vida en las manos de Dios, y cree y tiene
fe, hace mucho más que trasladar montañas.
Teresa de Jesús, a lo largo de su vida, tuvo una fe muy probada desde su juventud,
precisamente para la obra que Dios le habría de inspirar más tarde. “Pues si cuando
andaba en el mundo, de sólo tocar sus ropas sanaba los enfermos, ¿qué hay que
dudar que hará milagros estando tan dentro de mí, si tenemos fe, y nos dará lo que
le pidiéremos, pues está en nuestra casa? ” (Camino 34,8).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD