“LA ALEGRIA DE DAR LA VIDA”
Homilía monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas
para el domingo XVIII durante el año
(3 de Agosto 2014)
Hace algunos domingos reflexioné sobre un tema central, aunque bastante olvidado entre los titulares
que ocupan los espacios de nuestro tiempo. El tema que reflexionamos fue sobre la santidad
especialmente como algo alcanzable para cualquier cristiano. La Iglesia siempre ha propuesto ejemplos
o modelos a imitar, enseñándonos que la santidad es posible. A algunos les puede parecer poco
interesante reflexionar sobre la santidad, y sin embargo como consecuencia de esta omisión de ideales
y la ausencia de hombres y mujeres comprometidos y con deseos de santidad, nos ha llevado a
encontrarnos en este inicio de siglo con una profunda crisis de valores, sumergidos en el reino de la
mediocridad.
El 4 de agosto celebraremos a un santo, San Juan María Vianney, conocido con el nombre de Santo
Cura de Ars. Nació cerca de Lyon, Francia, en 1786. Sintió el llamado a la vida sacerdotal, sobre todo
la experiencia del amor que Dios le tenía. Al poco tiempo de haber sido ordenado sacerdote lo
enviaron como Párroco de un pequeño pueblo de Francia, llamado Ars, de no más de 300 habitantes y
allí vivió con intensidad su sacerdocio. Quizá la historia podría haber concluido allí, pero su vida,
oración, predicación sencilla, las horas y horas de confesionario y sus consejos, empezaron a tener
repercusiones en toda Francia. Desde los lugares más remotos la gente visitaba al pequeño pueblo de
Ars, porque querían conocer a ese hombre de Dios.
En este domingo al recordar al Santo Cura de Ars, quiero resaltar que la Iglesia quiso que este hombre
santo fuera el patrono de los Párrocos y de aquellos sacerdotes que trabajan en las Parroquias. Creo
que es una buena oportunidad para qué recemos por nuestros sacerdotes, que con sus dones y
limitaciones humanas, buscan dar su vida para evangelizar, para servir a Dios y a sus hermanos. Es
cierto que en varias oportunidades hago referencia a la necesidad de laicos o bien fieles cristianos que
vivan esta vocación a la santidad para transformar las realidades temporales o de un mundo con tantas
sombras. Pero también necesitamos sacerdotes y consagrados que vivan con radicalidad su vocación y
busquen el camino de la santidad. La tarea de un Pastor es indispensable e insustituible. Es el que da su
vida sin reservas para evangelizar a sus hermanos, para alimentarlos en la fe, con la Palabra, los
Sacramentos, el pastoreo y con la animación de la caridad hacia los más pobres. La Misa diaria que
celebra el sacerdote expresa el sentido de su vida, identificándose a Jesús que se ofreció en la Pascua,
para salvar a todos.
Hoy más que nunca es clave el llamado a todos los cristianos y especialmente a los sacerdotes en
esto”de donar la vida por los demás”, el amor y el sacrificio, en una época que acentúa el
individualismo y la excesiva autorreferencia, tiene serias dificultades para comprender el significado
profundo de la palabra Amor y “Amor donado”, teniendo al otro como sujeto y no como un mero
objeto para mi uso. Por eso la Pascua, celebrada en cada Misa, sigue siendo una respuesta salvadora y
sanante, en un contexto demasiado individualista y sin consideración a los otros. Nuestra Diócesis
tiene un gran crecimiento poblacional y sabemos que los sacerdotes somos insuficientes para una
atención más adecuada. La oración y el cuidado de nuestros sacerdotes, el rezar por las vocaciones y
por nuestros seminaristas será fundamental para el futuro evangelizador de los próximos años.
Este domingo 03 de agosto, estamos celebrando al Patrono de nuestro Seminario Diocesano que lleva
el nombre del Santo Cura de Ars, a las 11 horas será la Santa Misa con todos los que nos quieran
acompañar. En nuestro seminario actualmente viven 25 seminaristas en las distintas etapas formativas,
junto a otros jóvenes que son acompañados en su discernimiento vocacional en campamentos y en los
encuentros mensuales denominados “Cafarnaúm y Emaús”. Todo ello implica algunos esfuerzos,
dedicación de sacerdotes, inversión económica para apoyar el mantenimiento y el proceso que se va
dando. No dudamos en afirmar con certeza que es Dios el que acompaña esta obra con su providencia.
Pero todos como Iglesia debemos sentirnos responsables, por eso me animo a pedirles que sigan
rezando fuerte por nuestro Seminario y seminaristas. Les agradezco todos los aportes, donaciones,
bonos contribución que nos ayudan para sostener la formación de nuestros seminaristas. Dios en este
lugar tan querido como nuestro Seminario manifiesta abundantemente, sobre todo en este último
tiempo, su misericordia y providencia cuidando esta obra que es un fuerte signo de esperanza para la
evangelización de nuestra Iglesia Diocesana.
¡Les envío un saludo cercano y hasta el próximo domingo!
Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas