Pautas para la homilía
XIX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!
En este Evangelio podemos distinguir diversos planos:
Después de despedir Jesús a la multitud , a la que ha dado de comer, se ha subido por la noche
a la montaña a cumplir su propósito de orar. Tenía necesidad de hablar con el Padre de la muerte de
Juan y de hacer con Él también un balance del cumplimiento de su misión.
2º Mientras tanto, la barca de Pedro, en una noche de borrasca, va azotada por los vientos y la
tempestad del mar de Tiberiades, con tanta fuerza que corre el peligro de zozobrar. Pero no se
hunde, porque Jesús está allá arriba en la montaña orando por ella. Ellos no lo saben, no se dan
cuenta, pero Jesús está presente en la barca. No es una presencia física, sino espiritual. Pero es eficaz.
Impide que la barca se hunda.
3º Cuando la noche ya va de pasada y aparecen las primeras luces del día, Jesús se hace presente
físicamente para calmar la tempestad . Viene caminando sobre las aguas. Al principio no le
reconocen, pero cuando están seguros de que es él, se hace patente el entusiasmo de Pedro que le
pide a Jesús que se prolongue en él el milagro de andar sobre las aguas sin hundirse. Jesús se lo
permite, pero a Pedro le falta fe y confianza y tiene la sensación de que se hunde y se ahoga. Pero
seguidamente recurre a Jesús: Señor, sálvame. Ahí está la fuerza. Y Jesús le salva al tiempo que le
reprocha su poca fe. Jesús calma la tempestad, y los que iban en la barca caen atónitos de rodillas
ante él: Realmente, eres Hijo de Dios.
4º Por supuesto que este es un acontecimiento histórico, ocurrido en el tiempo de Cristo. Pero tiene
también un carácter profético y ejemplarizante para nosotros ¿Por qué? Porque esta barca de Pedro,
que va luchando por la noche contra las olas y el viento en el mar de Galilea, es también la barca del
sucesor de Pedro, de la Iglesia, que lucha contra el viento y la tempestad, y los enemigos de fuera y
de dentro, en los mares procelosos de este mundo. Y podrá parecer que la barca de Pedro zozobra y
se hunde, pero tiene su pervivencia asegurada, porque allá arriba hay alguien que vigila y ora por
ella, que es nuestro Señor Jesucristo. Él ha prometido a Pedro que las puertas del infierno no
prevalecerán contra ella.
5º Esta barca de Pedro que va surcando el mar de Galilea y va luchando contra el viento y la
tempestad, es también la barca de todos y cada uno de nosotros, es nuestra propia barca, luchando
también contra el viento y la marea, contra los enemigos internos y externos: el demonio, el mundo
y la carne.
Y nosotros tenemos necesidad de saber que tenemos la victoria asegurada, porque tenemos la
mirada, la oración, la protección de Jesús sobre nosotros
- No hay tentación que no sea humana
- Fiel es Dios que no permitirá que seamos tentados con mayor intensidad de nuestra capacidad de
resistencia
- Al que hace lo que puede, Dios no le niega su gracia
- Si Dios está con nosotros ¿quién podrá militar contra nosotros?...
6º Oración de San Bernardo.
Si se levantan los vientos de las tentaciones, si tropiezas en los escollos de las tribulaciones, mira a la
Estrella, invoca a María. Si eres agitado por las olas de la soberbia, de la calumnia, de la ambición, de
la envidia, mira a la Estrella, llama a María. Si la ira, la avaricia, el placer carnal arrastra con violencia la
barquilla de tu alma, mira a María. Si turbado por el recuerdo de la enormidad de tus crímenes,
confuso a la vista de la fealdad de tu conciencia, aterrado por la idea del horror del juicio, comienzas
a sumirte en la sima sin fondo de la tristeza, en el abismo de la desesperación, piensa en María. En
los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María. No perderás el camino si
la sigues, no perderás la esperanza si la ruegas. Si te tiene de su mano, no caerás.
Fr. Aristónico Montero Galán O.P.
Convento de San Pedro Mártir (Madrid)
Con permiso de: dominicos.org