Comentario al evangelio del sábado, 23 de agosto de 2014
Los discípulos de Jesús tendríamos que ser gente de pocas palabras y muchos hechos. Ya es
conocida la historia de san Francisco de Asís, cuando mandó a dos de sus frailes a evangelizar a los
musulmanes que ocupaban entonces Tierra Santa. Dicen las crónicas que, al momento de partir, les
dijo: “Evangelizad siempre, hablad sólo cuando sea necesario.” Debe ser que lo de evangelizar no
significa necesariamente hablar mucho, predicar, dar doctrina o estudiar teología.
Digo esto porque el Evangelio de este día parece más que una indirecta, una directa para todos los
que se dedican mucho al “bla, bla, bla” pero luego se olvidan de llevar a la práctica lo que predican.
Jesús critica duramente a escribas y fariseos –rompiendo la idea de los que piensan que Jesús era toda
dulzura, suavidad... parece que también tenía su genio y que lo dirigía a aquellos que terminaban
usando a Dios y a la religión para su propio servicio y prestigio–. Eran dos grupos que se erigían a sí
mismos en el tiempo de Jesús como los portadores de la verdad con respecto al culto a Dios. Se
auto-proclamaban intérpretes oficiales de lo que era bueno y era malo, de las normas y leyes. Pero
parece ser que en muchos casos era más pose que realidad, más imagen que testimonio auténtico.
Mucho hacer penitencia en público y arrodillarse y rezar muchos rosarios delante de todo el mundo
pero luego la vida iba por otro lado. Es terrible lo que Jesús dice de ellos: “Lían fardos insoportables y
se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para
empujar.”
Jesús viene a decirnos que no hay que tener respeto a esos “maestros”, que aquí somos todos
hermanos y peregrinos, que caminamos juntos, que compartimos miserias. Pero que también
compartimos la fuerza y la gracia que nos hacen seguir trabajando por el Reino. Que lo nuestro no es
dominar sino servirnos unos a otros.
Conviene que todos los que tenemos alguna autoridad en la Iglesia, desde el catequista hasta el
Papa, leamos con atención esta lectura y hagamos revisión de nuestra vida. No vaya a ser que seamos
de esos que “liamos fardos insoportables y luego no movemos un dedo para ayudar.”
Fernando Torres Pérez, cmf