XIX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Domingo
Lecturas bíblicas
a.- 1Re. 19,9.11-13: Aguarda al Señor en el Monte.
En la primera lectura (1Re. 19,9.11-13) contemplamos esta teofanía que vive Elías
en el Horeb, es semejante a la tuvo Moisés en este mismo lugar (cfr. Ex. 33, 18;
34, 19). Los elementos como el fuego, el huracán y el terremoto se presentan en
muchas de las teofanías que encontramos en la Biblia (cfr. Ex.19; Hch. 2). Pero en
esta manifestación divina encontramos, que precisamente no se manifestó en estos
elementos, sino en una suave brisa, ¿por qué? Por que a lo mejor lo podemos
interpretar como un cambio de actitud que Yahvé quiere que emprenda Elías,
respecto a los métodos usados por el profeta a la hora de ajusticiar a los sacerdotes
de Baal. Lo que se puede complementar con la oración que Moisés eleva a Yahvé,
cuando vivi￳ una experiencia semejante: “Yahvé pas￳ por delante de él y exclam￳:
«Yahvé, Yahvé, Dios misericordioso y clemente, tardo a la cólera y rico en amor y
fidelidad, que mantiene su amor por millares, que perdona la iniquidad, la rebeldía
y el pecado, pero no los deja impunes; que castiga la iniquidad de los padres en los
hijos y en los hijos de los hijos hasta la tercera y cuarta generación.» (Ex. 34, 6-
7). Pero los datos históricos parecen señalar otra cosa, ya que es el propio Elías
quien recibe la orden de ungir rey a Jehú, quien matará a toda la familia de Ajab
como castigo de sus crímenes (cfr. 1Re. 22,29-39; Re 9, 30-37). La suavidad, en
definitiva, sería el criterio último para interpretar la brisa, signo de la presencia de
Yahvé, la suavidad con que dirige la historia de los hombres. La liturgia hebrea
parecía gustar de estas manifestaciones, puesto que los israelitas pedían a Yahvé
que mostrara así su fuerza y poder, si bien se puede mostrar como un huracán,
también es necesario que lo haga como una suave brisa, con lo que enseña a Elías,
que todo su celo debe dirigirlo por la causa de Yahvé y sus derechos, que no deben
ser olvidados en la sociedad en que vive y predica. Esta manifestación, al contrario
de detener la historia para contemplarla, es todo empuje para seguir
construyéndola desde Dios y en la vida ordinaria. La orden que recibe Elías es de
seguir adelante con la historia, comenzando con la unción de los reyes y la Eliseo.
b.- Rom.9,1-5: Quisiera ser un proscrito por el bien de mis hermanos.
San Pablo comienza a tratar el problema de la incredulidad judía. Ante el hecho
confortante de la esperanza cristiana (cc. 5-8), ¿cuál es la situación de los
israelitas, el pueblo de la elección y de las promesas divinas? Las promesas no
parecieran afectar a ellos, ¿han fracasado los planes de Dios? Si así es, tampoco los
cristianos pueden estar muy seguros. El apóstol defiende los derechos de Dios
donde no se ven comprometidas su fidelidad y su justicia (cfr. Rm. 9, 6-29). Si los
judíos tienen alguna culpa, es haber rechazado la salvación (cfr. Rm. 9,30-10,21),
pero este rechazo no es definitivo, es tiempo aprovechado por Dios para la
conversión de los gentiles. Pablo expresa su tristeza por la incredulidad de los
judíos (vv. 1-2), no se considera un enemigo de su pueblo (cfr. Hch. 21, 28), es
precisamente el amor que les tiene, que estaría dispuesto a sufrir, cualquier trabajo
o mal por ellos. Luego enumera San Pablo, las grandes prerrogativas de Israel, que
lo distinguen de todos las otras naciones: “suya es la adopci￳n filial, y la gloria, y
las alianzas…” (vv. 4-5). En efecto, de entre todos los pueblos, Dios eligió a Israel,
como pueblo suyo (cfr. Ex. 4,22; Dt. 14,1; Jer. 31,9; Os 11,1), en medio del cual
se hacía presente su “gloria” (cfr. Ex. 40,34; 1Re. 8,10-11; Sal. 26,8); con él hizo
alianza varias veces (cfr. Gen. 15,18; Ex 2,24; 19,5; 24,7; Sal. 89,4), y le dio una
Ley (cfr. Dt. 4,1) y un culto (cfr. Dt. 12,1), y le hizo depositario de las promesas
mesiánicas (cfr. 4,13; Ga. 3,17); a él pertenecen los patriarcas, grandes amigos de
Dios (cfr. Ex. 3,6), y, sobre todo, de él procede Jesucristo en cuanto hombre, gloria
máxima de Israel, que nadie le podrá arrebatar. Hablando de Jesucristo, San Pablo
le llama expresamente “Dios,” siendo éste uno de los testimonios bíblicos más
claros y categóricos de su divinidad.
c.- Mt.14, 22-33: Mándame a ir hacia sobre andando sobre el agua.
El evangelio, nos muestra a Jesús caminando sobre las aguas, luego de mandar por
delante a los discípulos, despedir a la gente, y subir a orar al monte (v.23). La
oración, búsqueda de soledad, pero también, encuentro con el Padre, de forma
inmediata, Jesús busca orar, como sólo suele fluir entre ÉL y su Padre ese diálogo
amoroso. EL es el mediador (cfr. 1Tim. 2, 5). Mientras tanto, la barca va con los
discípulos, sigue su rumbo, pero el viento sopla en dirección en contra, sus fuerzas
son pocas, frente a la tormenta que se avecina. Ahora es Jesús quien viene
caminando sobre las aguas, al encuentro de sus discípulos. Estos hombres,
acostumbrados a jornadas de trabajos duros, espantados, gritan su miedo (v. 27).
La respuesta de Jesús es una exclamaci￳n: “¡Animo!, que soy yo; no temáis.” (v.
27). El hombre experimenta su flaqueza ante Dios, ante las realidades divinas,
Jesús se identifica, con lo que queda claro, que sólo ÉL puede hablar así, de forma
categórica, absoluta. La propuesta de Pedro, es que si es Jesús, quiere ir a ÉL, nada
debe temer, y escucha ese “ven”; Pedro va hacia Jesús, pero siente el fuerte
viento, se atemoriza, comienza a hundirse hasta pedir: “¡Se￱or, sálvame!” (v. 30).
La sola presencia de Jesús en la barca, calma el viento, no se necesita una nueva
orden (cfr. Mt. 8, 26). La atmosfera se convierte en un espacio para la confesión y
adoración, verdadero reconocimiento de la divinidad de Jesucristo de parte de los
discípulos: “Realmente eres el Hijo de Dios” (v. 33). Pedro adquiere un
protagonismo particular, representa a los demás, primero de los creyentes y
modelo de ellos en saber creer, hablamos de una fe, todavía pequeña, lo mismo su
confianza. Más tarde será quien represente la Iglesia, es más será piedra
fundamental y visible de la misma (cfr. Mt. 16,18; 17,20). De esta forma toda la
Iglesia está delante de su Maestro y Señor. Si hay en ella fe, queda inmune de todo
peligro y preservada del total hundimiento de la comunidad eclesial en la historia:
“Si no creéis, no subsistiréis (cfr. Is. 7,9), palabras que son válidas para la antigua
como la nueva alianza, pero la Iglesia tiene a Jesús en medio de ella y se le debe
decir con frecuencia: “Realmente, eres Hijo de Dios”, pero para nosotros como
Iglesia, necesitamos escuchar con frecuencia: “¡Ánimo! ¡Soy yo” ¡No tengáis
miedo!”.
Santa Teresa de Jesús, hablando del camino de la oraci￳n, nos ense￱a: “S￳lo
quiero que estéis advertidas que, para aprovechar mucho en este camino y subir a
las moradas que deseamos, no está la cosa en pensar mucho, sino en amar mucho;
y así lo que más os despertare a amar, eso haced. Quizá no sabemos qué es amar,
y no me espantaré mucho; porque no está en el mayor gusto, sino en la mayor
determinación de desear contentar en todo a Dios y procurar, en cuanto
pudiéremos, no le ofender, y rogarle que vaya siempre adelante la honra y gloria
de su Hijo y el aumento de la Iglesia Católica. Estas son las señales del amor, y no
penséis que está la cosa en no pensar otra cosa, y que si os divertís un poco va
todo perdido” (4M 1,7).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD