XIX Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Martes
Lecturas bíblicas
a.- Ez.2,8-3,4: El libro me supo en la boca dulce como la miel.
b.- Mt. 18, 1-5.10.12-14: La verdadera grandeza.
Este evangelio nos presenta el cuarto discurso de Mateo sobre la fraternidad que
debe existir en la comunidad. Se trata de una discusión de los apóstoles sobre el
lugar que cada uno le correspondía en el reino de Dios, del cual Jesús los hacía
partícipes con su predicación y que los convertirá en dirigentes del futuro nuevo
pueblo de Dios. Jesús, sin embargo, les manda convertirse, pone en medio de esos
hombres a un niño, y hacerse como niños, si quieren entrar en el reino de los
Cielos. Esta palabra adquiere mayor sentido si la aplicamos a la familia de Jesús,
los que hacen la voluntad de Dios, son hijos muy amados en el Hijo. La humildad
del cristiano nace de la alegría de saberse hijos de Dios (cfr. Mt. 5,3ss; 11,25). La
filiación exige conversión, porque se trata de hacer la voluntad del Padre, vivir
atentos a su querer, que el Hijo nos ha comunicado. Pero siempre conscientes de
su fragilidad, necesitado de ayuda, que busca el amparo y protección de Dios.
Convertirse llevará al discípulo hacerse pequeño en el pensamiento y en la
voluntad, y por lo tanto humilde. Si la palabra ha sido dirigida a los discípulos, es
porque ellos serán los que presidan las comunidades desde la humildad y el
servicio. El servicio de la comunidad a los niños desprotegidos, es un servicio al
propio Jesús. La mención de los ángeles recae más que en la contemplación que
poseen del rostro de Dios, en la constancia del trato y familiaridad con el Padre. Si
los ángeles de los pequeños tienen esa dignidad ¡cuánta mayor será la dignidad de
los que creyentes a quienes sirven! La salvación de los extraviados se comenta con
la parábola de la oveja perdida, quiere exaltar la responsabilidad del pastor que
debe velar por cada de sus ovejas. Entiéndase por pequeños, no sólo los niños,
sino los pecadores, alejados de la Iglesia, los pobres e ignorantes, a los cuales la
Iglesia sigue atendiendo en multiplicidad de servicios pastorales y sociales o de
promoción humana en todo el mundo, incluidos los países considerados ricos.
Desde niña Teresa de Jesús aprendió a que el destino del cristiano es vida eterna,
vida con Dios para siempre. “Espantábanos mucho el decir que pena y gloria era
para siempre en lo que leíamos. Acaecíanos estar muchos ratos tratando de esto y
gustábamos de decir muchas veces: ¡Para siempre, siempre, siempre! En
pronunciar esto, mucho rato, era el Señor servido me quedase en esta niñez,
imprimido el camino de la verdad.” (V 1,4).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD