XIX Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Jueves
Lecturas bíblicas
a.- Ez. 12,1-12: Emigra a la luz del día, a la vista de todos.
b.- Mt. 18, 21; 19,1: No te digo que perdones hasta siete veces, sino hasta
setenta veces siete.
Este evangelio nos presenta un principio básico de la vida cristiana: la reconciliación
y el perdón (vv.21-23) y la parábola del siervo sin entrañas (vv.23-35). La
pregunta de Pedro, y la respuesta de Jesús, hablan de un perdón ilimitado. Son
varios los pasajes en los cuales queda clara la actitud de Jesús respecto al perdón
de las ofensas (cfr. Mt. 5, 23; 6,12ss). En el trasfondo de la pregunta de Pedro se
encuentra el tema de la venganza: “Y dijo Lámek a sus mujeres: «Adá y Sillá, oíd
mi voz; mujeres de Lámek, escuchad mi palabra: Yo maté a un hombre por una
herida que me hizo y a un muchacho por un cardenal que recibí. Caín será vengado
siete veces, mas Lámek lo será setenta y siete veces” (Gén. 4, 23-24). Todo un
canto que exalta la venganza; como contrapartida, Jesús propone el perdón sin
límites. Mientras la venganza era prácticamente una ley sagrada en todo Oriente, la
humillación era el precio del perdón. Jesús manda perdonar hasta setenta veces
siete, es decir siempre, contraponer el bien al mal, el perdón el bien debe alcanzar
la victoria (cfr. Rom.12, 21). En un segundo momento Jesús propone la parábola
del siervo sin entrañas. La parábola del siervo sin entrañas, quiere dejar en claro el
proceder del Padre Dios, con quien no perdona de corazón a su hermano. La
parábola quiere destacar la relación del hombre con Dios y de los hombres entre sí:
los diez mil talentos simbolizan al hombre pecador, toda la humanidad, a quien Dios
perdona por pura gracia y bondad. El siervo sin entrañas, representa la maldad del
corazón humano, que no es capaz de perdonar cien denarios, que es lo que se
deben los hermanos entre sí. No es más, es la nada misma, respecto de cuanto ha
sido perdonado por Dios. La primera enseñanza que nos deja la parábola que nos
advierte de la dureza de corazón; el Padre procederá de la misma manera, si
alguien no perdona de corazón a su hermano (v.35; Mt. 6,15). Dios Padre es el que
perdona la enorme deuda de la humanidad pecadora, que sobrepasa todo límite
humano. La misericordia divina, es demostración de su omnipotencia y majestad. El
pecador debe tener la misma actitud con sus hermanos, si quiere permanecer
delante de Dios. La medida de Dios es la misma que nosotros debemos usar con
los hermanos, porque la relación con los hermanos, nace de nuestra unión con el
Padre. Si todos vivimos de la misericordia de Dios la debemos conceder a los
hermanos. Sólo quien experimenta el perdón de Dios, en el Sacramento de la
Reconciliación, es capaz de perdonar, ilimitadamente a su hermano, porque el
perdón, es fruto del exquisito amor de Dios Padre por el hombre.
La Santa Madre Teresa nos pide que consideremos bien las palabras del Padre
nuestro en lo que se refiere a perdonar los pecados así como Dios Padre nos
perdona. “Pues tened mucha cuenta, hermanas, con que dice: «como
perdonamos»; ya como cosa hecha, como he dicho. Y advertid mucho en esto, que
cuando de las cosas que Dios hace merced a un alma en la oración que he dicho de
contemplación perfecta no sale muy determinada y, si se le ofrece, lo pone por obra
de perdonar cualquier injuria, por grave que sea no estas naderías que llaman
injuria no fíe mucho de su oración” (CV 36,8).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD