XX Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Martes
Lecturas bíblicas
a.- Ez. 28,1-10: Eres hombre y no dios; te creías listo como los dioses.
b.- Mt. 19, 23-30: Peligro de las riquezas.
Este evangelio nos presenta la reacción de los discípulos ante la actitud del joven
rico. La afirmación de Jesús, que difícilmente un rico entrará en el reino de los
cielos, desata la reflexión acerca de las riquezas. Esta reflexión de Cristo se une al
Sermón de la Montaña, respecto a que no podemos servir a Dios y al dinero (cfr.
Mt. 6, 24-34). Categóricamente Jesús afirma que es muy difícil entrar en el reino de
los Cielos. Se trata de una persona que posee muchos bienes, los cuales son muy
importantes para él, por lo mismo, está en gran peligro su salvación eterna. Jesús
sabe que los bienes ejercen poder sobre el hombre, que Mammón, el dinero, entra
en competencia con Dios. La atracción está ahí, debe decidir: Dios o las riquezas. El
proverbio que usa el Maestro, no da ninguna posibilidad refiriéndose al camello y la
aguja; el hombre de cara a la salvación está imposibilitado como el camello. Lo
mismo se afirma del rico, que pone su confianza en las riquezas que posee, sólo la
acción salvadora del reino de Dios puede rescatarlo de su egoísmo o ceguera. Se
puede afirmar, que el rico debe nacer de nuevo desde la fe y la oración (cfr. Jn. 3,
3). En ningún caso, se afirma que no se logre, sino que las probabilidades son
mínimas. Esta imagen no pretende otra cosa que advertirnos de la gravedad de la
situación. El joven había incurrido en este dilema, su apego a las riquezas ha
trastocado el valor de la realidad e impidió que caminase hacia la vida eterna. Las
palabras de Jesús recuerdan la puerta estrecha y el camino angosto ¿serán pocos
los que se salven? (cfr. Mt. 7,23; Lc.13,23). Las objeciones de Pedro, haberlo
dejado todo por ÉL, no son tan duras como la petición de los hijos de Zebedeo al
respecto: ¿qué obtendrán a cambio? No se habla de la recompensa, pero se alude
a ella (cfr. Mc. 10, 37). Ellos sí lo han dejado todo, no como el joven rico, quien lo
haya seguido en la humillación compartirá su gloria de resucitado. Jesús les
promete sentarse sobre doce tronos, recibir el ciento por uno de lo que ha dejado y
la vida eterna (cfr. Dn. 7, 9-14). El destino de los discípulos está unido al de Jesús,
de ahí que les habla como Hijo del hombre, donde la dimensión judicial y ser
revelador del misterio reino, se unen en la persona del Maestro de Nazaret. Las
Doce tribus de Israel son el nuevo pueblo que nacerá después de la Pascua (cfr. Ap.
7,4-8). Todos aquellos que han seguido a Jesucristo en la regeneración, es decir, en
su bautismo, heredarán la vida eterna (cfr. Tit. 3, 5). Este es el momento de la
regeneración, tiempo de gracia, pero se fija la mirada en la última intervención de
Dios en la historia; pero ésta ha tenido lugar en la venida de Jesucristo. La
regeneración además de esas dos dimensiones mencionadas es más bien el hoy de
la salvación que cambia la vida del creyente (v.28). Es el tiempo de la Iglesia, como
comunidad viva de salvación donde el Espíritu de Jesús comunica la salvación a
todos sus miembros. Iglesia edificada sobre el cimiento de los apóstoles y profetas.
El cristiano lo ha dejado todo para ser discípulo de Jesús, por lo tanto, es
plenamente partícipe de las promesas de Jesús. Lo mejor es saber que Dios Padre,
nos prepara un premio maravilloso, que no es otro, que la comunión de
conocimiento y amor sempiterna con la Santa Trinidad.
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD