XX Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Sábado
Lecturas bíblicas
a.- Ez. 43,1-7: La gloria del Señor entró en el templo.
b.- Mt. 23, 1-12: Hipocresía de los escribas y fariseos.
Este texto de Mateo recoge un ataque muy duro contra los escribas y fariseos. Los
escribas o letrados, eran los profesionales de la Ley, los doctores de la Ley de
Moisés. Influyentes en la sociedad puesto que formaban a los hombres en la
voluntad de Dios dictaban sentencias de justicia, dar sentido a la ley y a las normas
de conductas que había que observar. En general, reemplazaron a la aristocracia
judía y vivían de alguna profesión laica. Los fariseos, eran laicos piadosos, que
encontraban en la Ley todas las disposiciones para regular el orden civil y religioso
de la sociedad, pero a nivel de sociedad e individual. La Ley era intangible y válida
para ellos; eran los puros, separados de los demás. Interpretaban la Ley en forma
literal hasta los más mínimos detalles. Muchos de estos hombres piadosos
provenían de los doctores de la Ley que se unían a los fariseos. Ambos grupos
aparecen en los evangelios como opresores del pueblo: los escribas que aplicaban
el peso de la Ley, hombres de pocos escrupulosos y no presumían de ser santos;
los fariseos por su puritanismo exclusivista, habían olvidado el humanismo de la
Ley sin contar con las necesidades del prójimo. Ambos grupos interpretaban la Ley,
como Moisés, pero también castigaban las trasgresiones. Pero estos maestros e
intérpretes, no eran modelos de virtud a seguir, pues les faltaba unidad entre la
enseñanza y sus obras (v.3). Habían hecho de la ley un yugo insoportable para el
pueblo, pero que ellos mismos no cumplían (v.4; cfr. Hch. 15, 10). Todo lo hacían
para ser vistos por la gente, sin un principio de interioridad que los moviera a
buscar a Dios en su vida. Ostentaban de llevar las filacterias y los flecos del manto
para mostrar que obedecían los preceptos de la Ley (cfr. Deut. 6,11; Ex.13;
Num.15, 38ss). En el fondo, deseo de ser respetados, movidos por la soberbia y
vanagloria de este mundo. No hay que guiarse por sus acciones, porque no
obedecen su propia doctrina. Todas sus obras no las hacen por Dios, sino por los
hombres, a quienes obsesiona una aparente y seria piedad. Jesús prohíbe a sus
discípulos llamar “padre” a nadie entendiéndose desde Jeremías: en los tiempos
mesiánicos Dios enseñará a todos, por lo tanto, el único Maestro es Dios (cfr. Jr.
31,34). Esto porque todos los discípulos son hermanos y tienen solo a Dios por
Padre. Los judíos se gloriaban de tener por Padre a los patriarcas, especialmente a
Abraham (cfr. Mt. 3, 9; Jn. 8, 33). La paternidad de Dios y la filiación que nos dio a
conocer Jesús, cambian el orden de las cosas. No llamar maestro a nadie, es otro
título que Jesús entre sus discípulos. El único Maestro de los cristianos es Cristo
Jesús, es más, el único camino hacia el Padre es el Hijo. ¿Qué les queda a los
discípulos? El servicio a la comunidad, a los hermanos, cuanto mayor es el servicio,
mayor es la dignidad que se adquiere, lo que aumenta la exigencia de servicio. En
cambio, quien es orgulloso será humillado, mas quien se humille ante Dios será por
ÉL enaltecido.
Teresa de Jesús nos confiesa que jamás conoció la hipocresía ni vanagloria en su
vida, cuando ya había optado por Cristo, luego de su famosa conversión. “Y así no
es de culpar a la casa donde estaba, porque con mi maña procuraba me tuviesen
en buena opinión, aunque no de advertencia, fingiendo cristiandad; porque en esto
de hipocresía y vanagloria gloria a Dios jamás me acuerdo haberle ofendido que
yo entienda; que, en viniéndome primer movimiento, me daba tanta pena, que el
demonio iba con pérdida y yo quedaba con ganancia; y así en esto muy poco me ha
tentado jamás. Por ventura si Dios permitiera me tentara en esto tan recio como en
otras cosas, también cayera; mas Su Majestad hasta ahora me ha guardado en
esto sea por siempre bendito, antes me pesaba mucho de que me tuviesen en
buena opinión como yo sabía lo secreto de mí.” (V 7,1).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD