DOMINGO XX DEL TIEMPO ORDINARIO, Ciclo A
Is 56, 1. 6-7; Rom 11, 13-15.29-32; Mt 15,21-28
Saliendo de allí Jesús se retiró hacia la región de Tiro y de Sidón. En esto, una
mujer cananea, que había salido de aquel territorio, gritaba diciendo: « ¡Ten
piedad de mí, Señor, hijo de David! Mi hija está malamente endemoniada.» Pero
él no le respondió palabra. Sus discípulos, acercándose, le rogaban:
«Concédeselo, que viene gritando detrás de nosotros.» Respondió él: «No he
sido enviado más que a las ovejas perdidas de la casa de Israel.» Ella, no
obstante, vino a postrarse ante él y le dijo: « ¡Señor, socórreme!» El respondió:
«No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos.» «Sí, Señor -
repuso ella -, pero también los perritos comen de las migajas que caen de la
mesa de sus amos.» Entonces Jesús le respondió: «Mujer, grande es tu fe; que
te suceda como deseas.» Y desde aquel momento quedó curada su hija.
A través de los acontecimientos Dios se hace presente y se manifiesta en la vida
de cada uno de nosotros, pero también debemos aceptar, que muchos hermanos
nuestros piensan que Dios está solo en determinados lugares, como en el
templo, la Capilla del Santísimo, el confesionario o cuando se ponen delante de
alguna imagen. También debemos decir que hay una expresión no correcta que
ha impedido o minado la fe en muchos hermanos, cuando se ha dicho: “Dios
está en todas partes”. Como podemos apreciar ni lo uno ni lo otro es correcto,
porque el Dios revelado en Cristo no es un Dios estático, ni tampoco es un Dios
que se ha diseminado en todo lugar, según la concepción panteísta. Cada vez
que celebramos el memorial de la Santa Eucaristía-Misa se actualiza el Misterio
Pascual de Cristo, el Dios que se ha encarnado y se ha hecho hombre entre
nosotros, y llevando a cumplimiento las promesas del Padre no solo nos ha
retornado a la condición originaria sino a una plena comunión con Dios.
El profeta Isaías anuncia proféticamente que la Casa de Dios (templo): “…será
casa de oración para todos los pueblos…”. Es así como en el Antiguo Testamento
se comunica una llamada universal a todos los hombres a la comunión con Dios,
y esto será en Cristo. Por eso San Pablo en muchos pasajes de sus cartas hará
alusión a esta vocación a predicar a los gentiles.
En el presente evangelio, tenemos a la mujer cananea, la hija a quien ella hace
mención, los discípulos y Cristo; y Cristo saliendo del territorio judío y entrando
en un territorio de gentiles. Si nos remitimos a cuando al final del evangelio de
Mateo, Cristo envía a sus discípulos a todas las gentes para que anuncien la
Buena Noticia, podemos ver que ya desde este pasaje el propio Cristo, en vida
entre nosotros, estaba ya realizando esta misión de anunciar el evangelio a
todos los pueblos, y que Jerusalén era el punto de partida para esta misión que
el Padre del Cielo le había encomendado.
La mujer cananea dicen algunos autores sagrados, es figura de la Iglesia, el
pueblo cuyos miembros serán llamados de la gentilidad o de todos aquellos que
acojan a Cristo como su Señor, como el nuevo Moisés, que ha venido a abrir
caminos en medio de la muerte para introducir a los hombres a la eternidad, al
Paraíso. Por ello, a Cristo siempre se le ve en camino, porque Él mismo, en su
propia vida nos ha hecho presente que la vida del hombre cuando viene a este
mundo es un peregrinar hacia la Casa del Padre.
Hay que destacar que el autor sagrado remarca tres actitudes en la mujer: fe,
paciencia y humildad. Tantas veces se escucha decir que Dios se ha olvidado de
uno, no escucha las oraciones, o si es Dios dónde está, por qué mis seres
queridos se enferman, etc. En esta mujer cananea, en su súplica que en primer
momento no es acogida, no en el sentido negativo, sino que esto hace ver su
paciencia, porque la paciencia lleva a la perseverancia, por eso la mujer insiste,
y como dice el autor sagrado: grita, suplica. Fe porque confiesa que Cristo es el
hijo de David, y la humildad porque acepta aquello que el Señor le pudiera
conceder. Así podemos entender que la mujer cananea es figura de la Iglesia,
que intercede por nosotros, como esta mujer por su hija. Esto es importante,
porque en la súplica si no hay una confesión de fe, podemos preguntarnos la
súplica sobre qué está sostenida, cuando la súplica u oración es para unirse a
otro de quien nos vienen las gracias o el auxilio.
San Pablo en la segunda lectura, por ello nos manifiesta cómo el pueblo judío, el
pueblo de la primera alianza, ante la no aceptación del Mesías Cristo, no se
beneficia de la Alianza Nueva sellada en la cruz de Cristo, de la cual hoy los
gentiles, o sea los que no son del pueblo judío de la carne y de la sangre
participan.
Por eso, unámonos a las palabras de San Pablo cuando dice en la Segunda Carta
a los Corintios en el capítulo 5: “…hoy es el tiempo favorable, hoy es el día de la
salvación…”. Que Dios dé la gracia para que en el tiempo que Dios pasa por
nuestra vida nos encuentre como a las vírgenes prudentes y no como las necias.
Pbro. Oscar Balcázar Balcázar