Comentario al evangelio del miércoles, 27 de agosto de 2014
“Esta casa es una ruina”. Así se titulaba una película cómica hace años: la mansión más hermosa de tus
sueños, llena de luz, de color, de detalles, de lujo incluso… en un abrir y cerrar de ojos se convierte en
un fraude. Todo era para fachada. La madera preciosa carcomida por dentro. El mármol falso. Las
puertas desencajadas…
¿Por qué cuento esto? Porque pasó, pasa y seguirá pasando. No siempre la apariencia responde a la
verdad más profunda, ni de las cosas ni de las personas. Y antes o después, con gran frecuencia, hay
que elegir: o mantienes la apariencia o reconstruyes por dentro (pintas, apuntalas, derribas y levantas
de nuevo, purificas…) Y claro, pareciera que mantener las apariencias es menos costoso. Seguramente
lo es, pero a la larga, el precio que se paga cuando la “casa en ruinas” te viene encima, es espantoso.
Todos necesitamos personas como Jesús que nos miran y ven. Ven más allá del encalado de la fachada,
de mis buenas palabras o mis torpes intenciones. Nos miran y ven. Y no sólo eso. Ven y nos dicen lo
que hay. Luego será tarea nuestra decidir qué hacemos con ello, pero al menos no podremos decir que
no nos habíamos dado cuenta.
Personas que miran, ven y dicen. Como Dios, el Dios de la Vida, que no soporta la mentira ni la
opulencia hipócrita pero nos ama y nos sigue creando y recreando por dentro, si le dejamos para que
nuestra belleza más honda no sea un sepulcro blanqueado.
Santa Mónica , madre de san Agustín, que tan bien supo mirar y ver y decir a su hijo, es el mejor
ejemplo y una gran intercesora nuestra. Que ella nos ayude y el Señor ponga a nuestro lado personas
capaces de amar nuestra ruina porque ven en ella nuestro mejor yo .
Vuestra hermana en la fe, Rosa Ruiz, misionera claretiana
Rosa Ruiz, misionera claretiana