XXII Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Martes
Lecturas bíblicas
a.- 1 Cor. 2, 10-16: El Espíritu de Dios lo sondea todo.
b.- Lc. 4, 31-37: Sé quién eres: el Santo de Dios.
Este evangelio nos presenta a Jesús enseñando en la sinagoga de Cafarnaúm, bajó
de Nazaret, en sábado, en el mismo contexto de la liturgia e interpretación de la
Escritura como cumplimiento actual de las promesas. Rechazado por los suyos
escoge una ciudad desconocida, como su patria (Mt. 4,13). La palabra de Dios parte
de Galilea (Hch. 2,7). Jesús enseña en sábado, interpreta la Escritura, su palabra
tiene autoridad, poder, puesto que Jesús habla en virtud del Espíritu Santo. La
palabra conlleva una fuerza creadora original (cfr. Hb. 4, 12). Lucas, lo relata con
una finalidad: mostrar que a la autoridad de la palabra de Jesús le sigue la acción
sobre los demonios y su victoria sobre su maléfico poder. Ya se habían enfrentado
en el episodio de las tentaciones (cfr. Lc. 4, 1-13). El demonio no soporta la
presencia de Jesús. Si bien, el mundo judío participa de la creencia en los
demonios, como otras culturas, agregan dos elementos importantes: considerarlos
en el plano de lo creado por Yahvé y lo ven como algo distinto de lo divino y su
obrar es algo perverso, porque sujetos a Satanás. Para los judíos la posesión
demoníaca era siempre algo negativo, porque tientan a los hombres, los acusan
ante Dios; primer signo de su presencia es el pecado, por el que entraba también la
enfermedad. La división que provoca la presencia demoníaca en el hombre,
destruye su unidad vital. Ante estas situaciones concretas, existía el exorcismo,
para expulsar los demonios con el poder del verdadero Dios y no sólo por ritos
mágicos como en el caso de los griegos. Jesús, vemos que se muestra como un
exorcista que acoge al poseído; el demonio lo reconoce como el “Santo de Dios” (v.
34), es reconocido como tal por los ángeles y los demonios, pero también será
reconocido por los hombres (cfr. Flp. 2,9). Jesús le manda callar, expulsa al
demonio, se da un signo de la expulsión, con la caída del hombre, es decir, pero
sin daño físico, y la gente queda admirada: “Quedaron todos pasmados, y se decían
unos a otros: “¡Qué palabra ésta! Manda con autoridad y poder a los espíritus
inmundos y salen.” Y su fama se extendió por todos los lugares de la región.” (vv.
36-37). La amenaza de Jesús tiene fuerza divina, los demonios le obedecen, porque
en sus palabras está la amenaza de Dios. Lo extraordinario de Jesús, está en la
autoridad con que expulsa los demonios, pues estos le reconocen no como un
hombre común, sino como un profeta, con una misión específica: destruir el poder
del mal. El evangelista, quiere dejar en claro, que el prodigio se realizó con el poder
de Dios, lo mismo cuando devuelve la salud, por la santidad de su vida y su
doctrina verdaderamente salvadora, rescata al hombre del mal, de la enfermad y
de la muerte. Se confirman las palabras de Juan el Bautista, cuando anunciaba que
Jesús es más fuerte que él, que hasta las fuerzas del mal le obedecen (cfr. Mt.
3,11). Jesús lucha contra el mal, devolviendo la salud del alma y del cuerpo a todos
los que se acercaban a ÉL, buscando salud y salvación que en la Cruz y la Pascua
de su resurrección vence para siempre al mal y todo lo que oprime al hombre que
sufre, devolviéndole la esperanza y la alegría de la fe en Dios. Su vida, palabras y
obras hacen que todos quieran conocerle, como señala el final de este evangelio (v.
37), también hoy, hay muchos que se acercan a Jesús, puesto que la comunidad
eclesial celebra su fe en Cristo resucitado vida nuestra.
Recomienda la Santa Madre Teresa mucha oración para no ser tentados por el
demonio de dejar la oración, primer modo de alejar al cristiano de Jesucristo. “Este
modo de traer a Cristo con nosotros aprovecha… para… andar seguros de los
peligros que el demonio puede poner en la oración” (V 12,3).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD