COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires – ciclo 2014)
Vigésimo tercero del tiempo ordinario .
Evangelio según San Mateo 18, 15-20 (ciclo A)
Jesús dijo a sus discípulos: Si tu hermano peca, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás
ganado a tu hermano. Si no te escucha, busca una o dos personas más, para que el asunto se decida
por la declaración de dos o tres testigos. Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad. Y si
tampoco quiere escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o publicano. Les aseguro que
todo lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra, quedará
desatado en el cielo. También les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo,
mi Padre que está en el cielo se lo concederá. Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre,
yo estoy presente en medio de ellos.
CARIDAD, PACIENCIA, DULZURA Y MISERICORDIA PARA SABER CORREGIR
Hermanos, la corrección fraterna es una de las cosas más difíciles, tal es así que uno debe
preguntarse por qué es importante ejercer este derecho y este deber de poder corregir a alguien.
Lo primero que hay que saber, en caso de corregir a alguien, es si realmente está en error porque no
es que el otro haga algo distinto a mí y porque me molesta lo corrijo. Cuando se habla de corrección
fraterna se trata de buscar la verdad y la objetividad sabiendo que el otro, objetivamente, está
equivocado; y no que el otro está haciendo algo distinto a lo que yo pienso. Por eso no es una
transferencia del corrector, sino más bien es un interés para que el que está equivocado pueda
reconocer su error o su pecado, pueda convertirse y ser recuperado.
Si no hay aceptación de la corrección, porque hay una negación objetiva, es importante buscar a
otro como testigo para que, de alguna manera, se dé cuenta que será corregido ya que la cosa es
seria, importante y delicada. Son dos personas que asienten lo mismo.
Hay algo fundamental: uno tiene que poner la voluntad para ser corregido, ya que uno puede hablar,
oir y sin embargo sigue haciendo lo mismo porque el sujeto no pone la voluntad de la corrección, de
la enmienda, de la reconciliación o de la transformación de esa acción.
Hoy más que nunca es difícil ejercer la corrección fraterna, pero es muy importante saber que el
otro, su acción o su error, no me son indiferentes; porque no me es indiferente esa persona corro el
riesgo de la corrección. Si la persona me fuera indiferente diría: “si se quiere tirar al rio, que se tire”,
“si se quiere destruir, que se destruya”, “si quiere hacerse mal, que se lo haga”, total como no me
interesa no lo corrijo. Pero como esa persona, y cualquier persona, debe interesarnos, uno debo
ejercer la responsabilidad y el señorío de la corrección fraterna.
La Iglesia siempre propone no impone. Hay que decir las cosas, y un modo importante de corrección
puede pasar por afirmar: “a mí me parece” o “yo percibo” o “me parece que no estás bien”. Cuando
uno afirma, “me parece”, “percibo”, “intuyo”, uno da la posibilidad al otro de reconocer su falta y se
enmiende. Pero si uno dictamina -como desde un estrado superior- en lugar de escuchar el otro se
cierra y rechaza más la corrección.
Pidamos tener caridad, porque la reconciliación y el cambio forman parte de la comunidad. Cuando
uno vive sacramentalmente bien con Dios, también tiene que repercutir en la comunidad, son las
dos realidades fundamentales ya que cuando uno es perdonado, no sólo es perdonado por Dios sino
que también es integrado y vuelto a ser admitido en la comunidad que había dañado. Por eso hay
una reconciliación con la comunidad, tiene doble efecto.
Hermanos, que podamos tomar conciencia de esto y que tengamos caridad para no ser indiferentes,
para tener paciencia, dulzura y misericordia cuando tengamos que corregir a alguien
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén