Distancias acortadas
Somos hijos de la velocidad. Engendros del vértigo. Somos inmediatistas. Nada está
lejos de ninguna parte. Hemos acortado todas las distancias, menos aquella que nos
separa del corazón, del otro y de la otra. A pesar de estar juntos, la soledad nos carcome
el alma. Jugamos al anonimato, nos distraemos en lejanía. Las distancias se miden por
el interés, o peor, la medida es el egoísmo.
Aplicamos las dimensiones de nuestras distancias a la relación con Dios. Nos parece tan
lejano y Él está dentro. Lo buscamos por fuera y es nuestra misma intimidad. Isaías nos
sugiere que los busquemos mientras Él se deja encontrar. Y para encontrarlo no
podemos confundirlo con nuestra propia mezquindad. Sus caminos son otros, sus planes
son diferentes.
Nos pasa inadvertida la vida. La muerte nos gusta verla remota e incierta. La lucha de
Pablo se centra en otro estadio: Encontrar a Cristo. Su vida vale si es para identificarse
con Él. La muerte sería una ganancia si es para sellar definitivamente la identificación
con Él. ¡Qué lejos estamos de esta convicción paulina! Se nos pasa la vida tan
distraídamente que no tenemos tiempo ni para pensar en el encuentro con el Señor.
Si hemos reducido las distancias, es porque le hemos ganado al tiempo la batalla. Todo
es un instante y nada más. Jesús va llamando a su viña en horas diferentes. Para el
salario no importa el tiempo trabajado sino la gratuidad de quien nos llama. Entonces,
vida y tiempo y distancias no son más que don, un regalo de Dios que es necesario
descubrir, asumir en medio de las penumbras de la existencia.
Cochabamba 20.09.14
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com