Procedencias, precedencias
Los protocolos son enfermedad endémica. Prácticamente sin solución a la vista. Van en
la genética de sangre azul. Se enmarcan en títulos reales que se transmiten por
procedencia de origen o expuestos a compraventa. Se puede disimular la ignorancia o
pasar por alto algún detalle imprevisto, pero jamás el ritual del protocolo. Sería un
insulto a la diplomacia. El problema es que son rezagos que se contagian en liturgias y
ceremoniales de todo orden.
Jesús rompe este esquema. No sabe de derechas ni de izquierdas. Hace a un lado títulos
y pergaminos. Le pesan los ribetes y hace oídos sordos a tintinelas. Sus preferidos son
los pobres. Da a los excluidos, prostitutas y publicanos, el primer puesto. No exige más
ropaje que la limpieza de corazón y un mero certificado: El amor. El amor lleva una
firma: Misericordia. Y una única exigencia: El perdón.
Para la Ley judía contemporánea de Jesús esto debió ser un escándalo. Pues hoy
también. Y con mayor estructura legal. Los pobres no tienen derechos. Si acaso, algún
deber de respeto y pleitesía. Pero en el Reino que Jesús vino a instaurar, se revierte todo
este andamiaje de discriminación y postergación, de soberbia y vanidad. Llama
‘bienaventurados’ a todos los malaventurados de la sociedad.
Pablo nos ayuda en este caminar. No se consideren mejores o superiores a los demás,
dice. Tengan sentimientos igual para todo el mundo. Vivan a profundidad la humildad.
Y esto hasta rechazar toda vanagloria. Son pinceladas de la novedad evangélica. Es
necesario construir desde dentro, en actitud callada y ponderada, esta manera nueva de
seguir a Jesús en la escuela del discipulado.
Cochabamba 27.09.14
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com