XXIII Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Sábado
Lecturas bíblicas
a.- 1Cor 10,14-22: Formamos un solo cuerpo.
b.- Lc. 6, 43-49: ¿Por qué me llamáis Señor, Señor, y no hacéis lo que os
digo?
El evangelio, nos presenta la metáfora del árbol bueno y del árbol malo (vv. 43-
45), y la necesidad de las obras (vv. 46-49). Mientras que para los fariseos, la obra
buena o mala, es evaluada si está de acuerdo a la Ley de Moisés; para Jesús es
buena, si nace de un interior e bueno, sano. El corazón es sede de los
pensamientos, sentimientos, palabras y obras, se convierte en el centro de la
decisión moral (cfr. Mc. 7,21ss). ¿Cuándo es bueno un corazón? Palabras,
pensamientos y acciones descubren el corazón del hombre, la calidad de sus obras,
como los frutos del buen estado del árbol (vv. 43-44). El vínculo de todos estos
textos, es el tema de los frutos. Son los frutos, los que hablan del buen o mal
estado de salud del árbol, de la persona. Los frutos del corazón, delatan, por
medio de la palabra, la bondad o maldad del corazón (v. 45). Cambia la imagen del
árbol, por la del corazón, sede de las decisiones morales y religiosas, es como un
tesoro. De las decisiones que tome el hombre en su corazón, en lo que se refiere a
lo moral y religión, dependerá si es bueno o malo. El discípulo de Cristo, debe
rebosar de todo bien, en palabras y obras; el orden de la conciencia es esencial
para ser un buen discípulo y apóstol de Cristo Jesús. ¿Cuándo es sano ese corazón?
No sólo cuando manifiesta su bondad natural, sino cuando Jesús y el Reino, han
ingresado en su vida, acoge su palabra y actitudes, su justicia, entonces, en su
corazón rebosa el bien. Nuevamente Jesús invita a la conversión, el retorno a Dios,
su relación con Dios, es lo que lleva al hombre al arrepentimiento y lo que lo hace
interiormente bueno, su Reino, hacerse pequeño. En la segunda parte de este
evangelio Jesús exclama: “¿Por qué me llamáis: "Se￱or, Se￱or", y no hacéis lo que
digo?” (v. 46). Jesús insiste en las obras, como fruto exquisito de un coraz￳n
bueno, de la buena intención. Los discípulos llaman a Jesús, Señor, Maestro
Doctor, Rabí, como los discípulos llamaban a los doctores de la ley. Pero sería una
contradicción llamarle Señor, escuchar su palabra, y reconocer su voluntad, y sin
embargo, no hacer nada (cfr. Lc.7,16; Hch.2,36). Les pone el símil de la
construcción de la casa sobre roca o sobre arena, no cabe duda que la palabra de
Dios, debe ponerse en práctica, como el Sermón de la montaña; la salvación o
perdición depende de si se cumplen, o no las palabras de este evangelio. “Grande
fue la ruina de aquella casa” (v. 49), es decir, el que oye las palabras, pero no las
pone en práctica, sufrirá gran catástrofe en el juicio final. Quién llama Señor,
Señor a Jesús, está en su Reino, lo que no le dispensa de las obras, por ello el
retorno a Dios, pone los cimientos para poner por obra el Sermón de la Montaña;
preserva de la hipocresía, crea un corazón bueno, del que nacen las buenas obras,
las fuerzas de amar se comprometen con la voluntad de Dios, leída en esa palabra.
En ese corazón abierto a la conversión, hay espacio para acoger el Reino de Dios,
se despliega el amor divino, y el discípulo vive para Dios y el prójimo. Por pura
misericordia de Dios, el discípulo se convierte en hijo del Altísimo.
Santa Teresa de Jesús, en su tratado de oración acerca de cómo regar el huerto del
alma cristiana, apunta a las virtudes teologales y cardinales, como precioso fruto de
la intimidad con Dios por medio de la oración y contemplación es introducida en el
amor divino. “Ahora tornemos a nuestra huerta o vergel, y veamos como
comienzan estos árboles a empreñarse para florecer y dar después fruto, y las
flores y claveles lo mismo para dar olor. Suplicábale aumentase el olor de las
florecillas de virtudes, que comenzaban a lo que parecía a querer salir, y que
fuese para su gloria y las sustentase pues yo no quería nada para mí y cortase
las que quisiese, que ya sabía habían de salir mejores; Gánase aquí mucha
humildad; tornan de nuevo a crecer las flores.” (Vida 14,9).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD