“LA CRUZ, CODIGO DE VIDA”
Homilía monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas
para el XXIV domingo durante el año
(14 de setiembre de 2014)
En este domingo de “la exaltaci￳n de la Cruz”, el texto que leemos del Evangelio (Jn. 3,13-17), nos
dice que el Hijo del hombre tenía que padecer la cruz para salvar al mundo: “…Así tiene que ser
levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea tenga por él vida eterna. Porque tanto amó
Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida
eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se
salve por Él”.
En este a￱o, tendremos el gozo de celebrar la fiesta de “La Exaltaci￳n de la Cruz” en la nueva capilla
que se encuentra en el acceso al parque temático de la Cruz de Santa Ana a las ….en la Misa solemne
que celebraremos e inauguraremos esta capilla que por un lado es lindísima, y está ubicada en un
paisaje excepcional, y de un silencio que invita a rezar y meditar a todos los visitantes y peregrinos y a
poner en “la Cruz”, nuestras peticiones, dolores, sufrimientos y agradecimientos, para que toda nuestra
vida pase por el misterio de la pascua, de la muerta y “la vida”. Por la tarde también será la primera
celebración de las fiestas patronales como parroquia de la “Exaltaci￳n de la Cruz”. A las 18 horas será
la procesión y Misa en su sede en Jardín América. Todo esto revela la alegría y agradecimiento a Dios
que nos acompaña en la tarea evangelizadora de nuestra iglesia Diocesana.
Esta celebración de la exaltación de la cruz, nos pone ante la significación profunda, central que tiene
el misterio de la Pascua en la fe cristiana. Desde el misterio del calvario, del sufrimiento y muerte del
Hijo del hombre en la cruz y de la resurrección y Vida, comprendemos que sin esta inserción pascual
en nuestra propia espiritualidad cristiana, que es el camino de identificación al amor donado y
eucarístico de Jesucristo, difícilmente podremos tener una real comprensión del discipulado y misión
que cada bautizado tenemos.
Considero que un texto de “Jesucristo, Se￱or de la historia” nos puede ayudar en nuestra reflexi￳n.
Este documento fue escrito con motivo de la celebración de los 2000 años del nacimiento del Señor y
nos decía: “Para nosotros, cristianos no basta afirmar que nuestro origen está en Dios que nos ama.
Creemos que ese amor del Padre Dios llegó a un extremo incomprensible, misterioso,
deslumbrantemente bello. Nos envió a su propio Hijo, verdadero Dios, para que se hiciera verdadero
hombre, con una carne como la nuestra, un corazón como el nuestro, una historia como la nuestra, sin
caer en las miserias de nuestros odios, egoísmos y mezquindades. Es hombre verdadero, pero libre de
pecado. Modelo perfecto de lo que el Padre quiere que seamos. En Él culmina el plan de Dios. Él es la
plenitud del tiempo y el centro de la historia.
Sin embargo, el hombre rechazó su presencia y quiso eliminar su persona y su mensaje. Su amor por el
hombre lleg￳ a la “locura”, acept￳ ser clavado en la cruz y entregarse por nosotros hasta experimentar
el más amargo y profundo dolor. Así, su sangre derramada nos purificó de nuestros pecados. El Señor
reacciona ante el pecado del hombre con un ofrecimiento inaudito de misericordia y de perdón.
Pero, el Padre no podía dejar al Hijo amado bajo el poder de la muerte. Y Jesucristo nuestro redentor
resucitó. ¡Vive! Por eso su presencia también es una realidad para nosotros. Él visita la pobre
existencia de cada ser humano para derramar la vida nueva del Espíritu Santo. Los que supieron
descubrirlo reconocen que hay un antes y un después de haberlo conocido. Antes y después de Cristo
la vida no es la misma. Así lo proclaman, por ejemplo, San Pablo, San Francisco de Asís, Edith Stein y
tantos santos que han reflejado en su vida la presencia misericordiosa de Jesús” (J.S.H. 7).
En nuestra época corremos el riesgo de vaciar la fe cristiana mimetizándonos con una especie de
humanismo, o bienestar excesivamente consumista de la época que busque alcanzar la “Vida”, sin la
cruz y su significaci￳n en nuestra espiritualidad. Una suerte de humanismo sin “Pascua”. Esta
singularidad Pascual de Jesucristo, hace que el solo “teísmo” no nos alcance para comprender el
maravilloso regalo que nos hace Jesucristo, el Señor, de experimentar que Dios no es solo un concepto,
una energía, un todo, sino que Dios es Padre.
En este domingo de “la exaltaci￳n de la cruz”, el Evangelio nos alienta a saber que nuestro Padre-Dios
tanto am￳ al mundo: “que dio a su Hijo único para que todo el que crea en él no perezca, sino que
tenga vida eterna” (Jn.3,16). Esta certeza de Jesucristo, al celebrarlo en la “Exaltaci￳n de la Cruz”, nos
permitirá comprender mejor nuestros dolores y sufrimientos y los del mundo, y transformados en
Pascua y en Esperanza.
¡Un saludo cercano y hasta el próximo domingo!
Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas