COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires – ciclo 2014)
Vigésimo cuarto del tiempo ordinario, Ciclo A
Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz - Evangelio según San Juan 3,13-17 (ciclo A)
Jesús dijo a Nicodemo: «Nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre
que está en el cielo. De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto,
también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en
él tengan Vida Eterna. Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que
cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al
mundo, sino para que el mundo se salve por él.»
“LA CRUZ ES UN LUGAR DE LUZ”
El misterio de la salvación, de la redención, de la gloria de Dios, pasa a través del misterio de le
encarnación en el seno virginal de María y fundamentalmente pasa a través de la cruz de Cristo. Él
es el único que tiene autoridad, como leemos en este texto: “nadie ha subido al cielo sino aquél que
descendió del cielo”
Este descenso de Dios para con nosotros al hacerse hombre, y este hombre glorificado y exaltado,
que asciende al cielo, es el que tiene autoridad, el que compromete, el que cambia, el que modifica
intensa y profundamente el destino del hombre, el destino de la humanidad. El sacrificio de Cristo es
un sacrificio de cruz y es un sacrificio de redención; y si es de redención también lo es de salvación.
Cuando miramos al traspasado, al crucificado, entendemos todas las cosas: los dolores, los
sufrimientos, las cruces, los límites, los pecados, las miserias de los hombres donde esa cruz no es
lugar de derrota sino lugar de victoria. La cruz es un lugar de luz porque Dios nos puede modificar,
perdonar, cambiar, transformar. El Hijo del Hombre, el Siervo de Dios, es levantado para que todos
los que lo miren y contemplen queden beneficiados.
El cristiano, el católico, es una persona llena de esperanza. Esa esperanza no es colorear
ingenuamente todos los acontecimientos de la vida social y del mundo para decir “ᄀqué lindo, qué
lindo!” NO. Pero sí, el cristiano es la persona que tiene la esperanza que no depende de uno, sino
que “viene de lo alto”, que viene de Dios.
Decía el tango que “al mundo le falta un tornillo”, porque está tan desarticulado, tan empastado y
tan opacado. Pero si levantáramos la mirada con fe y si viéramos el sacrificio, el amor y la entrega de
Cristo por nosotros, por todo el sufrimiento del mundo ¡cómo no vamos a cambiar!, ¡cómo no
vamos a ser distintos!, ¡cómo no vamos a ser mejores! Que no le queden dudas a nadie: el amor de
Cristo es inagotable y tan extraordinario que nos cambia la vida.
Pidamos que esta Exaltación de la Cruz sea también la animación de nuestra esperanza y la decisión
de vivir en el amor, en la entrega, en la fidelidad, en el servicio y en el sacrificio.
Que Dios nos bendiga y que la cruz de Cristo nos salve a todos: en el Nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo. Amén