Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Ciclo A, Tiempo Ordinario,
Domingo de la Semana No. 24
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: Perdona la ofensa a tu prójimo, y se te perdonarán los
pecados cuando lo pidas * El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y
rico en clemencia. * En la vida y en la muerte somos del Señor * No te digo que le
perdones hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete
Textos para este día:
Eclesiástico 27,33-28,9:
El furor y la cólera son odiosos; el pecador los posee. Del vengativo se vengará el
Señor y llevará estrecha cuenta de sus culpas. Perdona la ofensa a tu prójimo, y se
te perdonarán los pecados cuando lo pidas. ¿Cómo puede un hombre guardar
rencor a otro y pedir la salud al Señor? No tiene compasión de su semejante, ¿y
pide perdón de sus pecados? Si él, que es carne, conserva la ira, ¿quién expiará por
sus pecados? Piensa en tu fin, y cesa en tu enojo; en la muerte y corrupción, y
guarda los mandamientos. Recuerda los mandamientos, y no te enojes con tu
prójimo; la alianza del Señor, y perdona el error.
Salmo 102:
Bendice, alma mía, al Señor, / y todo mi ser a su santo nombre. / Bendice, alma
mía, al Señor, / y no olvides su beneficios. R.
Él perdona todas tus culpas / y cura todas tus enfermedades; / él rescata tu vida de
la fosa / y te colma de gracia y de ternura. R.
No está siempre acusando / ni guarda rencor perpetuo; / no nos trata como
merecen nuestros pecados / ni nos paga según nuestras culpas. R.
Como se levanta el cielo sobre la tierra, / se levanta su bondad sobre sus fieles; /
como dista el oriente del ocaso, / así aleja de nosotros nuestros delitos. R.
Romanos 14,7-9:
Hermanos: Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí
mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor; en
la vida y en la muerte somos del Señor. Para esto murió y resucitó Cristo: para ser
Señor de vivos y muertos.
Mateo 18,21-35:
En aquel tiempo, se adelantó Pedro y preguntó a Jesús: "Señor, si mi hermano me
ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?" Jesús le
contesta: "No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Y a propósito de esto, el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar las
cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía
diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a
él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. El empleado,
arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: "Ten paciencia conmigo, y te lo
pagaré todo." El señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar,
perdonándole la deuda. Pero, al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus
compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba, diciendo:
"Págame lo que me debes." El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba
diciendo: "Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré." Pero él se negó y fue y lo metió
en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Sus compañeros, al ver lo ocurrido,
quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el
señor lo llamó y le dijo: "¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque
me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo
tuve compasión de ti?" Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que
pagara toda la deuda.
Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón
a su hermano."
Homilía
Temas de las lecturas: Perdona la ofensa a tu prójimo, y se te perdonarán los
pecados cuando lo pidas * El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y
rico en clemencia. * En la vida y en la muerte somos del Señor * No te digo que le
perdones hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete
1. El verbo "perdonar"
1.1 Las lecturas de hoy se centran en el tema del perdón. Una realidad que todos
necesitamos pero que no todos nos senitmos capaces de otorgar a los demás.
Seguimos, pues, en este día la enseñanza del verbo perdonar.
1.2 "Hagamos de cuenta que no ha pasado nada". Para muchos, esta es la fórmula
de absolución propia para otorgar el perdón que se nos pide. Pero, ¿dice ella
realmente lo que pretende? ¿Es humanamente posible prescindir de lo que
realmente pasó y nadie puede negar que pasó? ¿Es esa la imagen que debemos
tener del perdón divino?
1.3 Es verdad lo que dice Ezequiel: "Si digo al malvado: vas a morir, y él se aparta
de pecado y practica el derecho y la justicia […] ninguno de los pecados que
cometió se le recordará más" (Ez 33,14.16). Pero, ¿es que todo perdonar supone
olvidar? La pregunta es difícil de responder.
1.4 Si uno dice con el refrán "yo perdono pero no olvido", normalmente eso
significa que uno conserva a la manera de un arma el recuerdo de los defectos o
errores ajenos, para poder enrrostrárselos cuando sea necesario. Un ejemplo típico
es el del jefe que sabe cuándo recordar a su empleado cuántas veces ha llegado
tarde, aunque cada una de esas veces le dijo sonriendo: "No se preocupe, Martínez,
a todos nos pasa…". En este caso no había perdón, o mejor: sólo lo había de labios
para fuera. Pero el dolor y el orgullo herido estaban ahí intactos.
1.5 Por otro lado, si uno dice que "todo perdonar es olvidar", ¿es creíble que una
persona llegue de veras a perdonarse a sí misma? Si estaré perdonado sólo cuando
olvide, ¿cómo perdonarme lo que yo sé bien que sí hice. Por eso parece más
sensato separar netamente los verbos "perdonar" y "olvidar", sabiendo que alguna
relación tienen, pero que no son siempre concomitantes.
2. Lo propio del perdón
2.1 En efecto, lo propio del perdón no es negar el pasado, sino superarlo,
transformarlo, redimensionarlo, reconducirlo, recrearlo. Dios cuando nos perdona
no padece amnesia, sino que da —regala— un desenlace distinto a lo que parecía
perdido.
2.2 Hay un principio básico que hace posible el perdón: los actos humanos
anteriores cobran sentido de los posteriores. Así por ejemplo, mil amabilidades para
luego pedir un favor, no se llaman "mil amabilidades", sino "un favor"; pero lo
contrario también es cierto, porque hay veces en que ningún ensayo de la orquesta
suena tan bien como la presentación final: ésta, en ese sentido, justifica los
intentos e incluso los errores que la han precedido. Se trata solamente de ejemplos,
pero nos ayudan a ver.
2.3 El perdón, pues, no es prescindir de lo que pasó, sino hacer realmente posible
que pasen cosas buenas y nuevas, sobre una base probablemente vieja y mala. No
es simplemente que no se vuelva a repetir el mal, sino que se haga posible un bien
que, si no hubiera habido ese mal, tal vez nunca se hubiera dado. Como se ve, lo
más cercano al perdón es la creación y perdonar es ser ministro de una creación
nueva. Pensemos en la samaritana perdonada y convertida de que nos habla el
capítulo 4 del Evangelio según San Juan. El perdón que ella recibe la hacen testigo
y apóstol de una noticia de gracia que ella no hubiera podido decir si no hubiera
sido perdonada.
3. Pautas para poder perdonar
3.1 De acuerdo con todo ello, es posible ofrecer algunas pautas que nos ayuden a
perdonar.
3.2 Partamos de un discernimiento: ¿qué clase de cosas son las que sana el
tiempo? Hay personas que simplemente "sepultan" sus heridas, con la única
consecuencia de que éstas se enconan e infectan y vuelven a salir a luz en peor
estado. Otras personas, en cambio, piensan una y otra vez sus dolores, como
recocinándolos, o como si quisieran beber y brindar un potaje de amargura. Por eso
la pregunta: ¿qué clase de cosas sana el tiempo?
3.3 Podemos decir que han de darse tres condiciones para que el tiempo ayude a
sanar una herida emocional: (a) Radical conciencia del poder inmenso del amor de
Dios, como paciencia y providencia, como ternura y firmeza, como sabiduría y
misericordia; (b) Inmensa claridad sobre los propios límites y sobre el hecho de que
todos estamos hechos del mismo barro; (c) Profundo deseo de bendición, luz y
sanación para todos los implicados en cada uno de los acontecimientos, de modo
que aparezca y se realice toda y sola la voluntad de Dios.
3.4 Sobre esta base, perdonar significa: (a) Abrir los ojos ante los ojos de Cristo;
secar las lágrimas y contemplar con una misma mirada el dolor y el amor de su
Cruz; (b) Pedir el bien, anhelar la pascua, buscar y amar la luz; (c) Absolver —no
en nuestro nombre sino en el nombre de Cristo—, y de inmediato pedir a Dios que
dé sus bienes al que nos ha ofendido.
3.5 Feliz quien recibe perdón. Cien veces feliz quien aprende a perdonar.