Fiesta. La Exaltación de la Santa Cruz (14 de septiembre)
Javier Balda, C.M.
Sólo el que ama es capaz de perdonar
Sólo hay perdón donde hay ofensa. Sólo hay ofensa donde no hay amor. Sólo el
perdón, que brota del corazón y nos conduce al amor vivido, entregado y recibido
como don, redime, libera y autentifica la sinceridad del que perdona como del
perdonado. La venganza, el odio y el rencor son el placer y la fuerza del débil que lo
hacen más débil. La disculpa, el perdón y el amor son el placer y la fuerza del
fuerte que lo hacen más fuerte.
No es más engrandecido ni beneficiado el perdonado sino el que perdona. Triunfa el
que perdona mucho más que el que es perdonado. Sólo el que perdona de corazón
es capaz de lograr la paz interior y elevar con sinceridad su oración a Dios y decirle:
“Padre, perdóname como yo perdono”.
En la cruz no triunfa el odio de los sacerdotes, el placer inhumano de los soldados
romanos, la traición de Judas, el abandono de los discípulos, sino el amor de Jesús.
“Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”.
En la parábola de hoy no triunfa el deudor que es perdonado y no perdona, sino el
amo que perdona.
En la parábola del hijo pródigo, son los brazos extendidos del padre, las lágrimas de
felicidad en los ojos del padre, el beso de amor y perdón del padre depositado en la
frente del hijo, la alegría en el corazón del padre, que dan paso a la fiesta. Era más
la fiesta del padre que amaba que la fiesta del hijo que había sido perdonado.
Por eso, si amas de verdad, perdona. Si quieres la paz en tu alma, perdona. Si
quieres fiesta y alegría en tu corazón, perdona. Si quieres que Dios sonría y se
alegre en ti y gracias a ti, perdona. Ama y perdona porque sólo así serás capaz de
recibir el amor y el perdón de Dios y de disfrutar de la misma alegría de Dios.
Haz fiesta en tu corazón. Seguro que Dios comerá en tu mesa, y más tarde,
abrazado a ti, cantará al ritmo de una misma canción, oración compuesta por él y
cantada por los dos. Haz fiesta y deja que vuestras voces, la tuya y la de Dios,
lleguen y penetren en nuestros corazones tan necesitados de amor y perdón, y
juntos podamos cantar la misma canción: “Padre, perdónanos como nosotros nos
perdonamos. Padre ámanos como nosotros nos amamos”.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)