FERIA PRIVILEGIADA DE ADVIENTO
DÍA 18 DE DICIEMBRE
Las oraciones y antífonas de la misa de hoy nos van adelantando el misterio
que celebramos en los días de Navidad, “fiestas, ya cercanas de nuestra
redenci￳n” (oraci￳n después de la comunión). Los hechos recordados y
celebrados en la Navidad trascienden las manifestaciones tradicionales de
ternura y alegría en estos días.
El Hijo eterno de Dios, al asumir nuestra mortal naturaleza, nos curó de la
muerte, haciéndonos partícipes de su vida inmortal (oración sobre las
ofrendas). De la esclavitud de aquel pecado, heredado de nuestros
primeros padres, y de sus consecuencias, somos liberados por el nacimiento
de Cristo (oración colecta).
El Dios nacido en Belén es el Dios-con-nosotros (antífona de comunión). El
Dios-amor, que busca estar junto a nosotros, unido a nosotros, en todo
momento. También ahora. En la vida diaria de cada uno.
Es el Dios cercano. Sobre todo, en los momentos cruciales. Como José, un
hombre joven, con sus proyectos profesionales y familiares, en cuyo camino
se cruzó el Señor.
El Evangelio de hoy nos relata cómo fue la concepción de Jesucristo. María
estaba prometida a José. “Y antes de vivir juntos, result￳ que ella esperaba
un hijo, por obra del Espíritu Santo”. José, hombre bueno, hombre justo,
decide abandonar a María “en secreto”. No pregunta nada. Pero el Se￱or,
por medio de su ángel, le da una explicación de este hecho, que
comprometía su dignidad y su buen nombre: la criatura que hay en María
“viene del Espíritu Santo”.
José, hombre de fe, acepta este mensaje divino y, excluyendo la generación
física, fue para Jesús un verdadero padre. Y para María, un verdadero
esposo (“se llev￳ a casa a su mujer”). Su matrimonio fue un verdadero
matrimonio, vivido en la virginidad. El Hijo eterno de Dios se hace hombre
verdadero, bebé verdadero, niño y adolescente verdadero, joven verdadero.
Y, en el seno de una verdadera familia, creció en estatura, en gracia y en
sabiduría. “Las familias son el primer lugar en que nos formamos como
personas” (Papa Francisco).
José recibe la misión de poner a la criatura, que nacerá de María, el nombre
de Jesús: “porque él salvará a su pueblo de los pecados” (Evangelio). Es el
Mesías, que Juan anunció como Cordero, y que vendrá como Rey (antífona
de entrada), cuyo reino no es de este mundo.
“Rey prudente”, que hará justicia. Será llamado “el Se￱or-nuestra-justicia”.
En sus días florecerá la justicia (salmo responsorial): El Niño, que nacerá en
Belén, regirá a los humildes, librará al pobre y al afligido, se apiadará del
indigente. Será el Rey de los “pobres”. De los que tienen alma de pobre
(humildad, fe, fidelidad) será el Reino de los cielos.
José encarna a los “pobres de Yahaveh”, por la disponibilidad, la fe y la
humildad necesarias para recibir al Salvador-Enmanuel, que en su ser y en
su obrar es el Dios-con-nosotros. Siempre en camino hacia nosotros, al que
dichosos (ésta es la verdadera alegría de la Navidad) hemos de abrir las
puertas de nuestra vida.
MARIANO ESTEBAN CARO