XXV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Domingo
Lecturas bíblicas
a.- Is. 55, 6-9: Mis planes no son vuestros planes.
Este pasaje expresa la necesidad de la conversión que el profeta dirige al pueblo.
Lo que significa la decisión de buscar al Señor, lo que implica el cumplimiento de
los preceptos divinos. El pueblo había expresado que sentía la lejanía del Señor,
pero el Yahvé no abandonó a su pueblo, sino que fue el pecado el que alejó al
pueblo de su Dios (cfr. Is.55,6; 40,27; 49,15; 54,7; 50,2; Os.5,6). El Señor
siempre ha estado con su pueblo por ello les recuerda la salida de Babilonia,
exigiendo el abandono de la idolatría. Yahvé no es una divinidad desconocida, ha
reconocido su poder sobre la creación y la historia; suscitó a Ciro, ha elegido un
Siervo. La cercanía de Yahvé a su pueblo y su Ley hacen de Israel un pueblo
verdaderamente privilegiado, capaz de renovar su conversión (cfr. Dt. 4,7-8;
Is.41,1-5.25;42,1; 48,20; 49,8; 50,8; Sal.145,18). El malvado, metáfora del
idólatra, debe abandonar su camino de maldad y buscar la reconciliación con
Yahvé, quien lo acogerá como una madre a su hijo (cfr. Is. 49,13-16; 55,7; Nm.
8,16). Es el Señor quien posibilita el camino de conversión al hombre, la senda de
justicia, y éste decide el regreso, Dios se vuelve hacia su pueblo (cfr. Zac.1,3). La
comparación sobre la distancia entre el cielo y la tierra, con la diferencia entre el
pensamiento de Dios y del hombre, quiere manifestar, el señorío absoluto de Dios,
sobre el cosmos y la historia de los hombres (v.9; Sal.103, 11). Lo que le queda al
hombre, es recorrer el camino del regreso a Yahvé, su Dios y Señor.
b.- Flp. 1,20-26: Para mí la vida es Cristo.
Este pasaje nos introduce en el alma y pensamiento de Pablo cautivo en Roma o
Cesarea. Reconoce que su pública confesión de la fe en el pretorio, ha contribuido a
la divulgación del Evangelio, pero también otros se ha sumado a este propósito, los
judaizantes que con mala intención y envidia, contradicen a Pablo, porque muy
apegados a la ley de Moisés consideran ofensiva su obra. Lo consideraban un
traidor, sin embargo, Pablo los considera que pueden ayudar a la evangelización,
por envidia o rivalidad, Cristo es anunciado, como hay otros, que predican a Cristo,
con buenas intenciones. Pablo se identifica con el paciente Job, rodeado de falsos
amigos que quieren demostrarle que su prisión se debe a un fracaso en su pastoral.
Pareciera que Dios quisiera castigarlo para que no se vea comprometida la causa
del Evangelio ante las autoridades romanas (cfr. Flp.1, 12.15.18; Hch. 15,2; 21,
20; Gál. 2,12). Lo que ellos no descubren es que la causa del Evangelio, está muy
unida a la causa de Pablo. De ahí que espere en Cristo confiado, antes de ser
confundido, será públicamente glorificado ya sea en su muerte o mediante la vida
(v.20). Pablo tiene claro que su predicación, lejos de perjudicar la causa del
Evangelio, será públicamente reconocida, pero reconoce, que no sabe si ese
objetivo lo logrará por al final de su vida o con su muerte. Se pone en ambas
situaciones: “Para mí el vivir es Cristo y el morir una ganancia” (v.21). Si vive será
para seguir predicando a Cristo, si muere, no será una derrota, sino una ganancia,
pues estar con Cristo es siempre lo mejor (v.23). Pablo se encuentra en una
disyuntiva entre una auténtica vivencia mística y una función evangelizadora; sus
epístolas nos revelan al místico conectado con lo trascendente que desborda todo
programa apostólico, pero al mismo tiempo, esa experiencia, no lo aleja de la
realidad, al contrario, lo lanza a la evangelización más audaz y perseverante,
encendida y que llega a preocupar a las autoridades donde se encuentre. Apóstol y
místico, se reúnen en Pablo, escogido para evangelizar.
c.- Mt. 19, 30- 20,1-16: ¿Vas a tener tú envidia, porque soy bueno?
Este evangelio comienza y termina con la misma frase: “Pero muchos primeros
serán últimos y muchos últimos, primeros.” (Mt.19, 30; v. 16); en la parábola se
paga primero a los últimos, y luego a los primeros. Esta parábola quiere resaltar la
bondad de Dios y la gratuidad de su don. Son los pequeños los que comprenden
este modo de actuar de Dios, no así los fariseos, por ello son aquellos los que
reciben el Reino de Dios; Mateo piensa en los últimos, es decir, los gentiles, que
ingresan a la Iglesia, y se convierten en los primeros. Pedro había preguntado por
la recompensa, y Jesús, le promete la vida eterna (Mt. 19,27-29), aquí se da la
paga de un jornal, premio mucho mayor, del que puede esperar de la justicia
humana (Mt. 19,27-29). Prevalece la voluntad divina, al invertir los criterios de los
hombres; esta parábola es una instrucción sobre la recompensa de Dios para los
discípulos. El dueño de la viña contrata hombres para trabajar, sólo con los
primeros se habla de un jornal, con los demás se da por descontado. La clave de la
parábola está en haber comenzado la paga por los últimos que han trabajado
menos, sólo una hora; inmediatamente los primeros murmuran, pensando que
quizás puedan recibir más: todos reciben lo mismo. La conducta del señor de la
viña se puede llamar derechamente injusticia social, sin embargo, a los primeros no
se les hace daño, porque reciben lo acordado, sin embargo murmuran por envidia
personal. Era el “ojo malo” (v.15; cfr. Mt. 6,23) o sea la rivalidad y malicia de los
trabajadores, porque el señor de la viña es bueno, es decir, él no procedió con
injusticia sino con bondad; no dañó a los primeros, sólo quiso ser generoso con los
demás (v.15). La parábola, quiere dejar en claro que el pensamiento del dueño de
la viña corresponde al querer del Padre Celestial y no a los propietarios de la tierra.
Este no posee la libertad de Dios, porque la recompensa que ÉL da no es por
motivos de justicia, sino por gracia. Dios contrató a los pecadores, los gentiles, los
que no contaban para los fariseos. Si bien es cierto que Dios, contrató al comienzo
de la historia de la salvación al pueblo judío, les ofreció la bendición de Abraham,
pero eso no significa que en su libérrima bondad ofrezca la misma bendición a
todos los hombres, aunque fuesen contratados más tarde en el tiempo. La vida
eterna es gracia, no se merece, Dios piensa no como el hombre, y debe ser así
porque su premio en muy superior al jornal de esta vida. Dios quiere y a quién
quiere con sobreabundancia, ¿quién le pedirá cuentas? Al hombre sólo le
corresponde saber que Dios da por bondad y por gracia. Si Dios pagara por nuestro
esfuerzo personal ¿qué podríamos esperar? Mejor es pensar que Dios puede
proceder con el cristiano inspirado en su bondad, y no por justicia, con lo que el
horizonte de la esperanza, se abre hasta el infinito.
Teresa de Jesús, experimentó como los trabajadores de la viña, la infinita bondad
del Se￱or, pero desde la clave de la amistad divina. “¿Qué hacéis Vos, Se￱or mío,
que no sea para mayor bien del alma que entendéis que es ya vuestra, y que se
pone en vuestro poder para seguiros por donde fuereis hasta muerte de cruz, y que
está determinada ayudárosla a llevar y a no dejaros solo con ella? Quien viere en sí
esta determinación, no, no hay que temer; gente espiritual, no hay por qué se
afligir; puesto ya en tan alto grado como es querer tratar a solas con Dios, y dejar
los pasatiempos del mundo, lo más está hecho. Alabad por ello a Su Majestad y fiad
de su bondad, que nunca falt￳ a sus amigos.” (Vida 11,12).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD