XXV Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Martes
Lecturas bíblicas
a.- Prov. 21, 1-6.10-13: Es Dios quien pesa los corazones.
b.- Lc. 8, 19-21: La nueva y auténtica familia de Jesús.
Este evangelio, nos presenta el interés de la gente por estar con Jesús, y de su
familia que lo buscan y el nacimiento de una nueva familia (cfr.Mc.3, 31-35;
Mt.12,46-50). En él encontramos tres momentos significativos: la imposibilidad de
llegar a Jesús de la familia (v.19), alguien le anuncia que le quieren ver (v. 20) y la
verdadera familia es la que escucha la palabra de Dios (v. 21). Lo central del relato
es la construcción de una nueva familia con los que guardan la palabra de Dios.
Vemos a Jesús, el gentío que lo rodea, y los parientes, su Madre y hermanos, que
lo buscan. La muchedumbre rodea a Jesús, lo buscan ansiosamente, forman una
masa, resulta imposible alcanzarlo. Él conoce sus necesidades, y les permite
acercarse. No sabemos el motivo de su familia para buscarlo. Lucas no da el
nombre de sus hermanos y tampoco menciona a las hermanas de Jesús (cfr. Mc.
6,3). No sabemos si Jesús recibió a su familia, pero queda claro que no lo hizo.
¿Aceptaron ellos su palabra? Según Juan sus hermanos no creían en ÉL, sin
embargo Santiago adquiere importancia como testigo de la resurrección y jefe de la
Iglesia de Jerusalén (Jn.7,5; 1Cor.15,7; Hch.15,13-21). En Lucas no se referiría
tanto a un rechazo a los lazos de la sangre como un pretexto para hablar a los
discípulos de una nueva familia de Jesús. El Maestro se sentiría más ligado a los
que escuchan la palabra de Dios y la ponen por obra, y las relaciones familiares le
sirven de modelo para fundar esta nueva realidad dentro de su grupo. Así se
comprende la respuesta de Jesús: “Mi madre y mis hermanos son aquellos que
oyen la Palabra de Dios y la cumplen.” (v. 21). Pertenecen, entonces, a su familia,
los que escuchan la Palabra de Dios, y la cumplen, como ÉL y su madre María, que
se entregan a vivir la voluntad de Dios. Quien escucha, y pone en práctica esta
palabra de Dios, es madre y hermano de Jesús. Al parentesco de la sangre, Jesús
funda una nueva familia de su reino, un nuevo modo de crear un vínculo basado en
la escucha y cumplimiento de la Palabra de Dios. Hay que escuchar, es decir, estar
abiertos a la gracia de Dios, recibiendo el amor de Dios, manifestado en Cristo
Jesús. Hay que cumplir esa palabra escuchada, haciéndola vida, sólo quien cumple,
ha escuchado sabiamente. Los que escuchan, y cumplen la Palabra de Jesús, son
parte de su familia. Son su madre y sus hermanos, forman con ÉL, un hogar de
comunión y confianza. La Iglesia, es edificada por la palabra de Dios, es su alma y
razón de ser y a la vez, su mejor fruto. Es la palabra de Dios, la que da vida a la
Iglesia, sólo en la medida que escucha y cumple la Palabra, es familia de Dios. En
Jesús todo es unidad, los hombres son familia los unos de los otros. Un modelo
que podemos imitar, es la propia Madre de Jesús, su primera y mejor discípula, la
primera creyente, y modelo de la Iglesia que responde son su “hágase”
incondicional de por vida al proyecto divino para ella (cfr. Lc.1, 38; 2, 19; 1, 46-
55). En síntesis se conjugan la semilla que cae en un buen corazón y éste es
honesto en su respuesta. Lucas, nos presenta así la Iglesia como un gran familia
donde la madre y los hermanos de Jesús se identifican con los creyentes.
Santa Teresa de Jesús, desde su adolescencia la Palabra de Dios guió su vida
cristiana y mucho más como religiosa carmelita. “Aunque fueron los días que
estuve pocos, con la fuerza que hacían en mi corazón las palabras de Dios, así
leídas como oídas, y la buena compañía, vine a ir entendiendo la verdad de cuando
niña, de que no era todo nada, y la vanidad de mundo, y cómo acababa en breve; y
a temer, si me hubiera muerto, cómo me iba al infierno. Y aunque no acababa mi
voluntad de inclinarse a ser monja, vi era el mejor y más seguro estado; y así poco
a poco me determiné a forzarme para tomarle.” (Vida 3,5).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD