XXV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Padre Emilio Betancur Múnera
ES MÁS FÁCIL SER BUENO QUE SOLIDARIO.
En las parábolas todo ocurre normalmente porque se trata de la vida diaria y
normal; pero de un momento al otro todo cambia porque entra la palabra de Dios
en la historia normal para convertirla en historia de salvación.
Inicialmente el propietario salió a la primera hora de la mañana a contratar
trabajadores para su viña; esa era la responsabilidad de la cabeza de la familia
patriarcal porque las “vi￱as” requerían abundante y buena mano de obra para su
producción por ser más rentables que la producción de cereales. En aquel momento
la vida era más insegura para los asalariados, mano de obra barata sin contrato a
largo plazo, que para los esclavos.
El amo contrata más jornaleros con la promesa de darles el salario justo, se
sobreentendía que el salario justo estaba de acuerdo con el salario de los primeros.
Otras tres veces contrata el amo más jornaleros, pero sin concretar que significa
“salario justo”. A lo mejor sabremos al atardecer.
Precisamente fue al terminar el día cuando el administrador por orden del patrón
llamo a los trabajadores a darles su salario, comenzando por los últimos quienes
recibieron un denario cada uno, pago de una jornada aunque habían trabajado
menos tiempo. “Cuando llegaron los primeros creyeron que recibirían más por
haber trabajado más tiempo, pero olvidándose del acuerdo pactado con el dueño.
¿Dónde está lo justo? Murmuraron como lo habían hecho sus antepasados en el
desierto después de la liberación de la esclavitud (Ex (Ex 17,3).
No les fastidió que los salarios no hubieran marcado las diferencias laborales sino
que hubiesen sido utilizados para enfatizar solidaridad. A los que prefieren salario a
solidaridad el patrono le pregunta: “amigo, no te hago ni un agravio, ni he
engañado o defraudado ¿no nos pusimos de acuerdo en un denario?” Los israelitas
llamados a primera hora, no tienen ningún derecho especial ante los últimos, los
paganos llamados también la viña. Los obreros de la primera hora, escribas y
sacerdotes quieren destruir al obrero de la última hora que es Jesús. La hora y el
trabajo a que hemos sido llamados no tienen ninguna importancia ni es motivo
para reclamar recompensa.
LOS PRIMEROS SON LOS SOLIDARIOS.
Vale la pena reflexionar detenidamente la actitud del propietario: Al pagar a todos
lo mismo no solo cree que es lo justo sino que corresponde a un hombre solidario y
bueno; asemejándose así a Jesús que solo buscaba reflejar el proceder de Dios; así
sintieran anta él rencor por ser solidario y representar una actitud alternativa al
poder romano y la religión judía. En la cruz aparece un ejemplo claro de cómo el de
la última hora llamado “buen ladr￳n”, se convirti￳ en primero. “Hoy mismo estarás
conmigo en el paraíso”. Jonás también recrimin￳ a Dios por perdonar con tanta
facilidad los pecados de Nínive; y los fariseos increpaban a Jesús por acoger a
gente excluida; el hijo mayor protestaba ante el padre por su misericordia con el
hijo menor. Los obreros de la primera hora, escribas y sacerdotes quieren destruir
al obrero de la última hora que es Jesús. El mejor ejemplo somos nosotros que nos
encontramos con la lógica de Jesús en el evangelio como algo diferente a nuestros
deseos y expectativas terminamos protestando contra Dios. ¿Vas tenerme rencor
porque soy bueno?
Pensar como Jesús para pertenecer al Reino es mirar las cosas con mentalidad
evangélica impugnando al mismo tiempo la estructura patriarcal, jerárquica y
laboral, dando raz￳n a lo que significa: “los último serán primeros y los primeros
serán últimos”. No es precisamente la lectura espiritual de humildad la más
correcta para leer este texto. Para que los supuestamente primeros se den cuenta
de la importancia de la solidaridad tienen que pasar a ser últimos y así esperar y
mirar que ocurre con ellos y como podrán en otro momento pasar a ser primeros
pero sólo cuando sean solidarios.
NO NOS QUEJEMOS DE LOS EFECTOS.
Nuestros desequilibrios son tan profundos e inequitativos que por la justicia jamás
llegaremos a superar la inequidad. Cuando el camino es la solidaridad y
repartimos ganancias podremos acercarnos más rápidamente a la equidad porque
así la gente tendrá más oportunidades no solo de gastar sino también de invertir.
Otro tanto podría suceder con algunas de las razones de la violencia que tienen que
ver con la inequidad. De la inequidad no se sale “cumpliendo leyes de mercado”. Un
dato de fe podría servir por razonable: la certidumbre de que todo es don.
La responsabilidad social tanto empresarial como privada no puede quedar solo
en crear empleo y pagar impuestos sin mejorar las condiciones de vida; sobre
todo de aquellos que trabajan con nosotros y al servicio nuestro. Cuantas veces
somos más generosos con los de afuera que con los de adentro. Si no se comparte
más de lo que se tiene, ganancias, no podemos quejarnos de los efectos de
la inequidad. Alguien decía que los que se ganan la plata con el capitalismo
deberían gastarla con el socialismo.
Un aspecto que no puede pasar desapercibido en el evangelio de hoy es la
murmuración por parte del que, a nombre del grupo se siente desconocido en sus
esfuerzos y méritos, maltratado y rebajado socialmente; porque a los último se les
pagó lo mismo rechazando de paso la solidaridad como don.
Ser bueno, como se nos ha enseñado en la moral, es relativamente fácil; y en el
país hay muchísima gente buena, pero lo difícil que merece apostarle por su
impacto, es a la cultura de la solidaridad. No es cierto que uno vive rico en la
medida que tenga más, ese es un sofisma social; la felicidad está en ser feliz con
menos para tener la oportunidad de compartir más con otros.
PRIMERO ETICA QUE ECONOMIA.
La codicia por el dinero es la causa grave de lo que nos está ocurriendo; a la iglesia
le corresponde por misión hacer signos que conmuevan a la gente y al mundo a la
solidaridad. Es más urgente cambiar el corazón que la economía porque la clave no
está en la economía sino en la ética.
Un pecado de los escogidos para la evangelización, sobre todo si tienen títulos
honoríficos es exigirle a la Iglesia el reconocimiento de sus méritos, sus estudios, su
experiencia y trayectoria personal; otro tanto puede pasar con laicos
llámese trabajador, empresario, hombre de cultura o de la política que sienten a la
iglesia como deudora de sus esfuerzos, servicios y donaciones económicas.
“Cuando lleg￳ el turno a los primeros creyeron que recibirían más; pero también
ellos recibieron un denario cada uno. Al recibirlo comenzaron a reclamar: Esos que
llegaron a lo último, solo trabajaron una hora, y sin embargo, les pagas mas no que
a nosotros, que soportamos el peso del día y del calor” (evangelio)
A los que quieran discutir la actitud de Dios y los sentimientos de mes en relación
a los méritos oirán siempre los mismos: “coge lo tuyo y vete” porque “Mis
pensamientos no son los pensamientos de ustedes, sus caminos no son mis
caminos. Dice el Señor. Porque así como aventajan los cielos a la tierra, así
aventajan mis caminos a los de ustedes y mis pensamientos a sus pensamientos”
(Primera lectura).
La distancia entre el cielo y la tierra no depende de Dios sino de nosotros que
exigimos méritos y sin ser solidarios exigimos que todos nos reconozcan.
El trabajo de la viña no puede ser una acumulación de méritos ante Dios. En el
trabajo por el Reino deben existir dos actitudes básicas: El primero, que todo es
don de Dios, que sólo Él da la plenitud de vida y que sin su gracia estaríamos
perdidos. El segundo, que trabajar por el Reino es un gozo, una felicidad, algo
decisivamente valioso, porque uno se siente seducido como Jeremías, pero sin
esperar recompensas. “Para mí la vida es Cristo y la muerte una ganancia… Por una
parte el deseo de morir para estar con Cristo, es para ni mucho lo mejor; y por
otro el de permanecer en vida es necesario para el bien de ustedes. Por lo que a
ustedes toca, lleven una vida digna del evangelio de Cristo” (segunda lectura).
DE LA RELIGION A LA SOLIDARIDAD
La primera comunidad cristiana tenía más conciencia que nosotros del cambio que
significaba tener confianza en la justicia de Dios y no en la humana: “los últimos
serán los primeros y los primeros serán los últimos” (evangelio). Sería un vuelco a
la mentalidad religiosa nuestra sobre la justicia atenida a la justicia si por don de
Dios pasara a la solidaridad gratuita. Si reaccionáramos como Jesús cambiaríamos
de lógica, empezando por creer que todos estamos llamados al trabajo empezando
por aceptar si como primeros o últimos, pero con el mismo amor de quien nos
llama. Aquí es donde aparece el problema más serio de las relaciones humanas
y que más nos separa de Dios, la envidia y el rencor.
Cuando no hay trabajo para todos y las oportunidades son inequitativas, los ricos
se enriquecen más y los pobres se empobrecen más, entre nosotros son urgentes e
ineludibles los cambios sociales, las legislaciones de Estado y experiencias de
empresa y particulares que vayan superando todas las envidias y divisiones
sociales por medio de la solidaridad.
El salmo recoge como acción de gracias las semillas de solidaridad que el Señor ha
puesto en nuestro coraz￳n: “Bendeciré al Se￱or eternamente un día tras otro
bendeciré tu nombre y no cesará mi boca de alabarte. Muy digno de alabanza es el
Señor por su grandeza incalculable. El Señor es compasivo y misericordioso, lento
para enojarse y generoso para perdonar, bueno es el Señor para con todos y sus
amores extiende a sus criaturas. Siempre es justo el Señor en sus designios y están
llenas de amor todas sus obras. No está lejos de aquellos que lo buscan, muy cerca
está el Se￱or de quien lo invoca.” (Sal 144).
En términos de acción y compromiso con la solidaridad la eucaristía nos recuerda
en domingo y a diario el triunfo de Jesús sobre la muerte como signo temporal
sobre nuestros egoísmos y falta de solidaridad.