XXV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Javier Balda, C.M.
Solo el que ama es capaz de perdonar
La justicia de Dios no camina por los senderos de la justicia humana sino que la
trasciende y va mucho más allá. La justicia divina no usa los barómetros de una
política económica muchas veces deshumanizante y mercantilista. El “tanto vales
cuanto produces” no vale para Dios. El sentido materialista y egoísta de la
economía humana no la encontramos en la economía de Dios. Dios, según nuestros
criterios humanos, sería el peor Ministro de Economía para nuestra nación, una
nación de patronos y obreros pero no de hermanos.
Dios no es un economista ni un legislador. Dios no es un patrón ni un empresario
que contrata obreros y paga las horas trabajadas o la obra realizada. Dios no mira
ni considera al hombre como una mera máquina productiva. Es un Dios que sale en
busca del hombre. Es un Dios que mira, sonríe, ama e invita al hombre a trabajar
en su viña. Es un Dios que mira el corazón del hombre más que sus manos. Es un
Dios que juzga y valora por encima de todo, la buena voluntad y el deseo sincero
de trabajar y colaborar en su obra. Por eso el salario ofrecido y recibido nunca será
fruto de un derecho adquirido del hombre sino de la bondad de Dios, nunca será un
derecho de la justicia humana sino del amor gratuito y generoso de Dios.
Dios el dueño de la vida, no es un economista, un legislador, un empresario, un
patrón. ¡Qué suerte tenemos algunos! Dios es nuestro Padre y nosotros no somos
sus empleados, sino sus hijos. Y es nuestro Padre el que nos llama y nos invita y
espera la generosidad de nuestra respuesta en el momento que él nos llama.
Si te consideras entre los llamados a primera hora, no te olvides que eres hijo y
hermano. No reniegues y protestes de la generosidad, de la bondad, del amor de tu
padre para con tus hermanos. Deberías sentirte feliz y agradecido porque Dios, tu
padre, se ha fijado en ti y te ha llamado antes que a tus hermanos.
Piensa por un momento. Sólo el que ama de verdad recibe con alegría el regalo de
Dios y goza cuando su hermano recibe el mismo regalo de Dios.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)