Comentario al evangelio del jueves, 9 de octubre de 2014
En el Evangelio de hoy nos dice Jesús que pidamos con confianza lo que necesitamos a nuestro
Padre celestial. Y que confiemos en que él nos va a dar lo que verdaderamente necesitamos.
El problema viene a veces con lo que pedimos. Porque muchas veces lo que le pedimos a Dios es
que nos arregle la vida, es que nos haga lo que es de nuestra responsabilidad. Un ejemplo. ¿Cuántas
veces de jóvenes pedimos que nos ayudase a aprobar un examen? Se nos olvidaba que Dios nos había
regalado el mejor instrumento para eso: nuestra inteligencia y tiempo. Y que es cuestión nuestra
sentarnos y trabajar. Él ya ha hecho su parte. Ahora nos toca a nosotros. Dicho en otras palabras: Dios
no es una especie de remedio para todo mediante el cual nos podemos tumbar a la bartola libres de
responsabilidades porque él nos va a sacar de todos los apuros.
Podemos poner otros ejemplos. Si tenemos problemas en la familia, en la relación de la pareja o
con los vecinos, hay que rezar pero también hay que aplicar los remedios que Dios mismo ha puesto a
nuestro alcance: nuestra inteligencia, nuestro coraje, nuestra capacidad de diálogo, nuestra capacidad
de perdón y reconciliación... todo eso es lo que Dios nos da y nos regala. Todo eso es su respuesta a
nuestra oración. Todo eso lo tenemos que poner a trabajar para resolver los problemas. En ningún caso
es cuestión de que podamos cerrar los ojos y en un momento Dios va a hacer el milagro, de tal manera
que, cuando abramos los ojos, ya estará todo resuelto.
Dios nos da su Espíritu Santo. Dios nos da su fuerza y su gracia. Dios ha puesto el Evangelio en
nuestras manos. Nos ha hecho libres y capaces de tomar decisiones. Le tenemos que pedir que nos
ayude a ser más libres, a madurar como personas, a ser más responsables de nuestras vidas, a
incrementar nuestra capacidad de perdón. Todo eso le podemos pedir con la seguridad de que nos lo
dará. Lo que seguro que no va a hacer es el examen por nosotros.
Fernando Torres Pérez, cmf