Memoria Obligatoria. Santos Ángeles Custodios. (2 de octubre)
Está cerca de vosotros el Reino de Dios
I. Contemplamos la Palabra
Lectura del libro de Job. 19, 21-27
¡Piedad, piedad de mí, vosotros mis amigos, que es la mano de Dios la que me
ha herido!
¿Por qué os cebáis en mí como hace Dios, y no os sentís ya ahítos de mi carne?
¡Ojalá se escribieran mis palabras, ojalá en monumento se grabaran,
y con punzón de hierro y buril, para siempre en la roca se esculpieran!
Yo sé que mi Defensor está vivo, y que él, el último, se levantará sobre el polvo.
Tras mi despertar me alzará junto a él, y con mi propia carne veré a Dios.
Yo, sí, yo mismo le veré, mis ojos le mirarán, no ningún otro. ¡Dentro de mí
languidecen mis entrañas!
Sal 26. R. Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida.
Escúchame, Señor, que te llamo;
ten piedad, respóndeme.
Oigo en mi corazón: «Buscad mi rostro.» R.
Tu rostro buscaré, Señor,
no me escondas tu rostro.
No rechaces con ira a tu siervo,
que tú eres mi auxilio;
no me deseches. R.
Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor. R.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 10, 1-12
En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante,
de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía: -
«La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies
que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como
corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os
detengáis a saludar a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid
primero: "Paz a esta casa". Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos
vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y
bebed de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No andéis
cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os
pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: "Está cerca de vosotros el reino
de Dios." Cuando entréis en un pueblo y no os reciban, salid a la plaza y decid:
"Hasta el polvo de vuestro pueblo, que se nos ha pegado a los pies, nos lo
sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que está cerca el reino de
Dios." Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para ese
pueblo. »
II. Compartimos la Palabra
Yo sé que mi redentor está vivo.
La palabra de hoy pone a nuestra consideración este fragmento del capítulo 19
de Job que nos alienta en nuestra fe cuando sentimos el abandono de Dios y de
los hombres. Realmente en la soledad, en la aflicción, por parte de Dios y de los
hombres, es la fe la que el cristiano debe acumular en su interior, la que es
alimentada por Cristo, ejemplo de sufrimiento un tanto semejante al de Job, solo
ante Dios y los hombres, con la carne roída por la enfermedad y viendo ya las
puertas de la muerte. Sólo la fe es capaz de hacernos levantar los ojos hacia
nuestro Redentor. “Con mis propios ojos le veré”, ¿a quién? A mi Redentor. La
esperanza en estos momentos límite, se ve hecha realidad cuando se
fundamenta en la fe cristiana.
Por ello todo cristiano, apoya su vida llena de sufrimientos y heridas en Cristo y
en la esperanza de verle un día tal cual es. Esta es nuestra esperanza y la
alegría de nuestro corazón.
Está cerca de vosotros el Reino de Dios.
El evangelista San Lucas nos presenta el envío de 72 discípulos, enviados a
preparar la misión para la llegada de Jesús. Esto quiere decir que hemos de
estar atentos a las llamadas que la Iglesia en sus pastores nos hace, no
desaprovechando la gracia que conlleva sino siendo acogedores del don que
Jesús viene a traer a nuestras almas.
Jesús sabe que estamos como ovejas sin pastor, que nos perdemos, nos
descarriamos por caminos pedregosos, que nos herimos a nosotros mismos,
pero Él no nos abandona, sale a nuestro encuentro como buen pastor, sólo
necesitamos tener esa disposición de acogida, para no rechazar la verdad que
sus ministros y su doctrina traen a nuestras vidas.
Por ello ante todo se nos pide esa oración por los ministros que se integran en la
predicaci￳n y por los que serán llamados por el espíritu a esta misi￳n. “Los
obreros son pocos, rogad al due￱o de la mies que mande obreros a su mies”.
Por ello en la alegría de sentirnos acompañados en el itinerario de nuestra vida
cristiana por los ministros ordenados, pidamos insistentemente, para que la paz
abunde en nuestras casas, en nuestras familias y en nuestros corazones, por
saber que el reino de Dios está cerca, está dentro de cada uno de nosotros, en
nuestro corazón, sí, en nuestro corazón, aunque a veces herido y flagelado por
las aflicciones que en nuestra relación humana, se multiplican un día y otro, pero
Jesús te sana; sal al encuentro de aquel que tiene la solución a tu problema
diario, alégrate en el Se￱or… Él es nuestra paz.
MM. Dominicas
Monasterio de Sta. Ana (Murcia)
Con permiso de dominicos.org