XXVI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Antonio Elduayen, C.M.
Queridos amigos y amigas,
En la “parábola del padre y sus dos hijos” (Mt 21, 28-32), a los que pide un trabajo,
el padre es Dios, el trabajo es su Reino y sus dos hijos somos nosotros, los
humanos. Llenos de promesas que incumplimos, los unos; y llenos de negativas
que luego cambiamos y cumplimos, los otros. Cuando Jesús cuenta esta parábola,
los que prometen mucho y cumplen poco o nada son las sumos sacerdotes y las
autoridades judías, que ni creyeron en Juan el Bautista ni creen en Él; los que con
su vida escandalosa dicen no, pero después se convierten y cumplen, son los
publicanos y prostitutas, que sí creyeron en Juan y ahora creen en Él.
Descartando los personajes, sigue en pie el pedido que el Padre Dios nos hace:
vayan a trabajar por el Reino, (que por ser del Padre es también nuestro, sus
hijos). ¿Qué respuesta le damos? ¿A cuál de los hermanos nos parecemos? ¿Al que
dijo Sí y fue No o al que dijo No y fue Sí? El agravante de los primeros es que se
autosugestionan y llegan a creerse buenos y con derechos… Se creen los
depositarios del Reino y ni piensan que otros, a los que llaman los malos, puedan
un día desbancarlos. El agravante de los segundos es que, a fuerza de ser
negativos, pierden crédito ante los demás y ni se les considera cuando hacen algo
bueno o empiezan a ser santos.
¡Qué bueno si todos fuéramos como el tercer hijo, que la parábola no pone, pero
que es el mismo Jesucristo: dijo Sí y fue Sí, aún al costo de su vida. Y qué malo ser
como el cuarto hijo, que tampoco la parábola menciona, pero que hoy abunda: dice
No y es siempre No. De todos modos y lo que Jesús pretende con esta parábola es
darnos algunas lecciones con las que saber gobernar nuestras vidas. Estas por
ejemplo:
* En Dios no hay aceptación ni discriminación de personas. Si el bueno obra bien,
estupendo; e igualmente estupendo si quien obra mal, se convierte y obra bien.
¡Cuánto cuesta a algunos cristianos aceptar esto! Como que se disgustan y rebelan
ante esta actitud de Dios.
* El Reino es obra gratuita de Dios más que resultado de nuestras buenas obras.
Como servidores, cuánto nos cuesta decir: gracias Señor, simplemente hicimos lo
que teníamos que hacer. En vez de esto, casi siempre reclamamos “la paga”
* Todos necesitamos igualmente de conversión: unos para no quedarnos en puras
promesas; otros, para salir cuanto antes del pecado y de las malas obras.
* Los primeros serán los últimos y los últimos, primeros. Es la frase con la que
Jesús previno entonces a los dirigentes judíos -(y hoy a cuantos se sienten
primeros)-, que hay mantenerse a pulso en ese puesto, si no otros podrían
quitárnoslo…
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)