Domingo XXVII Tiempo Ordinario Ciclo A Emilio Betancur cada semana.
VIÑA, REINO Y COMUNIDAD
Tanto en Isaías (primera lectura) como en Mateo (evangelio) hay cuidado
especial del propietario por su viña; en Isaías la plantación es Israel y para Jesús
en Mateo, es el reino de Dios; a Isaías le interesa el fruto dulce mientras que el
evangelista insiste en el maltrato de los viñadores a los enviados y al hijo del
propietario del viñedo; en Isaías el propietario reitera el cuidado de la viña y
ésta se arruina; y en Mateo el viñador para seguirla cuidando cambia de
viñadores, castigando la pésima administración de los primeros. Para el
evangelista no importa tanto el fruto cuanto el maltrato a los siervos del
propietario de la viña, como fue el destino de los profetas: Jeremías maltratado,
Zacarías apedreado, Urías asesinado y el Siervo de Yahve maltratado. Cuando el
propietario envía a su Hijo Jesús los viñadores lo reciben como el heredero a
quien pueden matar para quedarse con la viña o su costo como herencia. No
solo no pagan el arriendo y buscan quedarse con la cosecha sino que desean
toda la herencia. Quieren quedarse con el reino de Dios sin dar razón de los
frutos. ¿Se sentirían aludidos los sacerdotes y los ancianos de Israel, los
sacerdotes y laicos, el pueblo de Dios de hoy, del maltrato a los profetas, al Hijo
y a la falta de frutos (resultados)? ¿Se sentirán advertidos de que pueden perder
la viña para ser entregada a otras personas? Los oyentes de Mateo y nosotros
aún tenían y tenemos la última oportunidad de cambiar de conducta y dar
frutos.
EL RESUCITADO ES LA COMUNIDAD
Nada hay amenazante en el evangelio; La buena noticia, advertencia, es que el
reino de Dios nos ha sido confiado pero con la esperanza que Dios tiene con
nosotros de dar fruto a tiempo. Hace parte de la buena noticia saber que, para
cuidar de la viña y dar frutos estamos cimentados sobre la piedra angular, el
Señor Resucitado.
Recordemos que esta parábola, como todas las parábolas y textos del Nuevo
testamento fueron escritos después de la muerte y resurrección de Jesús; si los
leemos fuera de este contexto serían desesperanzadores y producirían el miedo
que impide dar frutos; en cambio la paz y alegría pascuales son la condición de
fructificar al máximo en la evangelizaci￳n. “Pongan por obra cuanto han
aprendido y recibido de mí, todo lo que yo he dicho y me han visto hacer; y el
Dios de la paz estará con ustedes” (segunda lectura).
Hace parte de la buena noticia comprender que el resucitado es
la comunidad y la comunidad es el resucitado. El cuidado que tenemos
para que el resucitado siga siendo creíble depende del cuidado que tengamos
por la comunidad o la parroquia como comunidad de comunidades. En la
comunidad es donde mejor se verifica la posibilidad de dar frutos luchando
contra el pecado: “Mirad como se aman”. Lo cierto es que ya no se trata de
rechazar a Dios o a su Hijo sino a todas las personas o comunidades con quienes
se identifica Jesús resucitado. Del rechazo a la comunidad de discípulos Jesús
previó que Él también iba a morir y la comunidad de los discípulos por los
anuncios de Jesús cayó en cuenta que también ellos podían correr el mismo
riesgo. Tal es la comunión entre ambos, Resucitado y Comunidad.
“Se￱or Dios de los Ejércitos, vuelve tus ojos, mira tú vi￱a, la comunidad, y
visítala; protege la sepa plantada por tu mano, el renuevo que tú
mismo cultivaste. Ya no nos alejaremos de ti, consérvanos la vida y alabaremos
tu poder. Restablécenos Señor, Dios de los ejércitos, míranos con bondad y
estaremos a salvo.” (Sal 79).
Padre Emilio Betancur Múnera