XXVII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Antonio Elduayen, C.M.
Queridos amigos y amigas,
En la parábola de los viñadores asesinos (Mt 21, 33-43), Mateo nos cuenta el final
trágico de una historia de amor entre Dios e Israel, el Pueblo de la Alianza. “Se les
quitará a ustedes el Reino de Dios (la Viña, la Alianza) y les será entregado a un
pueblo que produzca sus frutos” (Mt 21,43). Para Mateo, el pueblo heredero de la
Viña (de la Nueva Alianza) es la Iglesia fundada por Jesús sobre Pedro (Mt 16, 15-
20)
La parábola de los viñadores asesinos es escalofriante desde su título (asesinos)
hasta su final de rechazo de Israel. Pero lo es también por sus proyecciones, ya que
se convierte en la parábola de todos los pueblos que se alejan de Dios. Y aún del
mundo entero, pues en muchos aspectos, lo que en ella pasa es lo que le viene
pasando a la humanidad, desde entonces hasta nuestros días. Cuando la
desobediencia a Dios va convirtiéndose en rechazo y aún en guerra abierta contra
Dios a través de un laicismo militantemente ateo. Y cuando la avaricia nos lleva
creernos y ser los dueños de un mundo que sólo se nos dio en administración.
Se trata realmente de una situación escalofriante. Agravada por el hecho de que el
dueño de la viña (Dios), da muestras de un cariño especial por su viña y por los
viñadores. Por su viña, porque hizo cuanto pudo para hermosearla; y por los
viñadores, porque les dio muestras repetidas de su confianza en ellos.
Lamentablemente, los resultados no fueron los esperados. “Esper￳ de ellos
cumplimiento de la ley, y ahí tienen: asesinatos. Esperó justicia y ahí tienen:
lamentos”. Fue el comentario del profeta Isaías, que previ￳ esto ocho siglos antes
(Is 5, 1-7). Vale la pena leerlo, pues es francamente hermoso.
El comentario del evangelista Juan es aún mucho más hermoso e impresionante.
Como para conmovernos por el amor de Dios por su viña y los viñadores (el
mundo) y como para agradecerle eternamente y con asombro infinito lo que hizo
para solucionar el asunto (salvarnos). “Tanto am￳ Dios al mundo (vi￱a y vi￱adores)
que le entreg￳ a su propio Hijo para salvarlo…” (Jn 3, 16-21). ¿Cuál es nuestra
reacción ante esta declaración de amor de Dios? La reacción de Jesús fue dar su
vida por el Padre Dios y por nosotros (Jn15, 13), en lo que le han imitado y seguido
todos los mártires e incruentamente todos los santos.
A nosotros se nos pide que demos los frutos que corresponde, empezando por el de
reconocer a Dios como nuestro Señor, lo que implica: cumplir con amor sus
mandamientos (hacer su Voluntad), creer de verdad en Jesucristo, hacer efectivo el
evangelio en tu vida y en la sociedad y trabajar con amor por la paz y la justicia.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)