Domingo XXIX del tiempo ordinario/A
Día mundial de las misiones
Son significativas tres palabras, o verbos: ‘ir’, ‘enseñar’ y ‘bautizar’; quiere decir,
dinamismo, testimonio, vida sacramental y al creyente le corresponde ‘cumplir’,
porque es respuesta al Evangelio.
En el Evangelio de hoy vemos a Jesús y a los Once en Galilea, lugar principal de la
actividad de Jesús: Él los había citado en aquel Monte. Al verlo se postraron, lo
adoraron unos, y otros titubeaban. Después Jesús se les acerca y les dice unas
palabras que revelan que Él tiene el poder y que se los transmitirá, para que vayan
a enseñar a todas las naciones y las bauticen en el nombre del Padre, y del Hijo y
del Espíritu Santo. También que enseñen a cumplir todo cuanto les ha mandado, es
decir, llevar a las gentes al seguimiento del Señor, porque encontrarlo es vivir como
El y no sólo aprender una doctrina; además una Comunidad que se encuentra con
el Resucitado vive, lleva adelante esa Misión. Finalmente, les añade palabras de
esperanza y confianza: “y sepan que yo estaré con ustedes todos los días hasta el
fin del mundo”. Son significativas tres palabras, o verbos: ‘ir’, ‘ensear’ y ‘bautizar’;
quiere decir, dinamismo, testimonio, vida sacramental y al creyente le corresponde
‘cumplir’, porque es respuesta al Evangelio.
“Vayan y enseen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo”. Estás palabras, nos recuerdan dos cosas: primera,
nosotros fuimos bautizados en el nombre de la Trinidad: nos hicimos hijos de Dios y
discípulos de Jesús; la segunda: ser bautizados y confirmados no sólo es recibir una
altísima dignidad, sino también nos convierte en misioneros del Dios revelado por
Jesucristo; en otras palabras, somos hijos en el Hijo, y misioneros con el Misionero
del Padre. Este el tema de este domingo: En el día mundial de las misiones. Somos
y debemos ser misioneros, siempre y en todo lugar…
En este día no sólo queremos recordar y valorar todo el esfuerzo y el testimonio de
tantos hermanos y hermanas nuestros, sacerdotes, religiosos y religiosas, laicos y
laicas, que lo han dejado todo para ir a tierras lejanas y hacer presente al
resucitado, sino darnos cuenta de que todos, desde aquí, desde nuestra parroquia,
podemos y debemos ser fieles discípulos y misioneros del Padre como Cristo. Santa
María, Madre del verdadero Dios por quien se vive, es la primera evangelizada y
misionera, y cogidos de su mano, queremos permanecer en Cristo y desde Cristo
para ser sus misioneros.
Hoy Jesucristo acude a nosotros y hace sonar su voz. “como el Padre me envi,
también yo los envío” (
Jn
20, 21), “vayan y enseen a todas las naciones”; es
decir, ve a tus hermanos que están lejos y diles que Jesús está vivo, que Él es la
solucin de su vida…
En realidad, la misión de cada miembro de la Iglesia es la continuación de la misión
de Cristo; pues, todos, por nuestro bautismo y por la confirmación, “Estamos
llamados a transmitir la fe. Nadie se salva por sí solo, y todos estamos llamados, a
pesar de nuestras limitaciones, nuestros defectos y nuestros pecados, a anunciar a
los demás la gracia que recibimos en el bautismo. Somos una comunidad, y vivir
juntos nuestra fe no es un adorno, sino algo esencial de la vida cristiana, algo
esencial de nuestro ser pueblo que camina en la historia y de que da testimonio de
que Jesús está vivo” (Papa Francisco, 15 de enero 2014).
Hoy en este día mundial de las misiones, es muy oportuno que recordemos y
asumamos nuestra identidad y misión como miembros vivos del Cuerpo Místico de
Cristo: discípulos misioneros de Jesús (Giovanni Batista Re, prefecto de la
Congregación para los Obispos y presidente de la Pontificia Comisión para América
Latina, 14 de mayo 2007).
Ser discípulos
significa seguir a Cristo, escucharlo, aceptar su Palabra, que es
Palabra de vida eterna; significa considerar a Jesucristo el único verdadero modelo
en el cual nos inspiramos y vivir en la obediencia de la fe.
Significa, en otras palabras, tomar a Cristo en serio, fundar la propia vida sobre la
roca de la Palabra de Dios y nutrir la propia fe con la Eucaristía.
El discípulo de Cristo vive un verdadero amor a la Iglesia, fundada por el mismo
Cristo para nuestra salvación, y considera la participación a la asamblea eucarística
del día del Señor como un empeño al cual no se puede nunca faltar.
El discípulo de Cristo, además, está pendiente de los hermanos, es solidario y
sensible con los pobres, respetuoso de todos, promotor de la justicia y de la bondad
y colaborador en la edificación de una sociedad más humana.
Ser misioneros
significa anunciar a Cristo, hacerlo conocer y amar, testimoniarlo en
la vida cotidiana con coherencia, con claridad, con humildad, con gozo y con
valentía. Significa anunciarlo en la fidelidad y en la integridad, de cada una de sus
enseñanzas, tal y como son custodiadas y enseñadas por la Iglesia.
Queden en nuestro corazn las palabras de Jesús: “Vayan a todas las naciones”,
“Sean mis testigos hasta los rincones de la tierra”, “Yo estaré con ustedes todos los
días”. Desafío, confianza, tarea y seguridad de su presencia. Nos preguntamos
¿Cómo estamos anunciando el Evangelio? ¿Somos los hombres y mujeres de la
esperanza? ¿Nos comprometemos en la lucha por la justicia y la igualdad, al mismo
tiempo que miramos más allá de lo terreno?
Que la Iglesia sea el lugar de la misericordia y de la esperanza de Dios, donde todo
el mundo pueda sentirse acogido, amado, perdonado, animado a vivir la vida buena
del evangelio. Y para que el otro se sienta acogido, amado, perdonado, alentado, la
Iglesia debe estar con las puertas abiertas, para que todos puedan entrar. Y
nosotros tenemos que salir de aquellas puertas y anunciar el evangelio.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)