XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
LA ILUSIÓN DE DIOS
Padre Pedrojosé Ynaraja
Yo no sé si existen otras creaciones, es cosa que pertenece a la libertad de Dios, no
a los mecanismos físicos de nuestro Universo, que no es el único porque, y ahora
me rectifico, sin ninguna relación con moléculas de agua o estructuras del elemento
carbono, fueron creados los ángeles. Poco sabemos de ellos y nos es imposible
investigar en este terreno. La nuestra, en la que estamos sumergidos, es una
existencia empapada de ilusión divina, llamada a la felicidad, en eterna y universal
fiesta. En esto nos parecemos a ellos.
Cambio de tercio. De esto hará unos 60 años, pero me quedó muy fijo en la
memoria. Se trata de un film que se proyectó con éxito y motivó muchas
discusiones. Una película titulada “El renegado”, la vi sin contar con permiso de los
superiores, mayor aliciente. Pues bien, se trataba de un sacerdote de borrascosa
vida y renegado respecto a la Fe, de aquí el título, y de un seminarista que lo
conoció en sus buenos tiempos y le había admirado mucho. Su ensueño, el del
joven, era que recobrara la Fe y volviera a la Iglesia. Se habían citado en un
determinado lugar. El aspirante acudía en tren. En su interior resonaba la parábola
del evangelio que recoge la misa de este domingo. La secuencia, larga y sincopada,
mostraba la ventana por la que pasaba el paisaje velozmente, se oía claramente
como él chico decía y repetía: “he preparado una fiesta, tengo preparada la mesa y
os he invitado…” mientras, como música de fondo, se escuchaba la “Sinfonía de los
salmos” de Igor Stravinski. Por aquellos a￱os nos costaba poco a los que éramos
jóvenes, identificarnos con un tal personaje. Podíamos carecer de muchas cosas,
como consecuencia de la II Guerra mundial y de las pertinaces sequías que nos
asolaron, entre otros factores, pero el clima espiritual era primaveral.
Se aceleraba el corazón a medida que avanzaba el tren y se acercaba el encuentro.
No os he dicho, mis queridos jóvenes lectores, y es importante no ocultarlo, que yo
era seminarista. Soñaba que un día podría ayudar a muchos, principalmente en el
terreno espiritual, de manera que me identificaba totalmente con la ilusión del
protagonista.
Dios es Dios, no hay duda, ni tampoco que aceptado su misterio, no podamos
circunscribirlo a ninguna definición nuestra. Pero, por una especie de fenómeno
resonancia espiritual, nos sentimos movidos a vivir en el empeño de ser felices. Y
Dios no ahoga esta ilusión, ya que Él la ha sembrado. Se identifica, para que
podamos entenderlo un poco, con el soberano que organiza la fiesta de la boda de
su hijo. Escoge los manjares y los vinos, el aperitivo y los postres. Su deseo, su
felicidad, consistirá en contemplar c￳mo disfrutan sus invitados. Pero, ay, estos “no
tienen tiempo”. Se excusan, explican fútiles motivos, se escabullen… Cuando
escucho repetidamente el “no tengo tiempo” pienso siempre que tal vez viven
muertos, porque muchos que lo dicen, no me entero después de que se ocupen en
cosas de provecho propio o ajeno.
Al rey de la fiesta, le ocurrió el dicho popular ¡Todo el gozo en un pozo! Pero, no.
No quiso gozar él sólo del festín, invitó a muchos otros. Acudieron y llenaron el
palacio. Pasaba satisfecho entre los convidados. Miraba y saludaba sonriente. Pero,
¡qué horror! Lo que veía era una desfachatez. Se había colado un intruso que no
respetaba los modales. Calzaba chanclas, un trapo largo y sucio y un trozo de
cadena oxidada colgaba de su cuello. Una boda es una boda y un banquete real
exige limpieza y corrección. No le hubiera irritado verle descalzo, pero limpio. Con
poca ropa, pero sin la horrible y sucia gorra que lucía descolocada entre sucios
pelos. No, este no podía permanecer. Que lo expulsasen, que era una mosca en
leche, que deslucía a la concurrencia…
Mis queridos jóvenes lectores, veo tanta juventud que vive desencantada, indecisa,
aburrida, adormecida, infeliz… Quiere uno pasarle la invitaci￳n a la felicidad, lo hace
con los mejores modales de que es capaz y comprueba que es inútil: no tienen
tiempo. No te enrolles otra vez, me dicen… La fiesta está preparada. Alegría en esta
vida, con un poco de sal, que son dificultades, molestias y algún dolor. Felicidad en
la existencia eterna, es lo que está escrito en el menú. Las puertas están abiertas
de par en par… ¿Cuál es vuestra respuesta?