XXIX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
LOS DENARIOS
Padre Pedrojosé Ynaraja
Ya os he hablado en alguna otra ocasión de esta moneda, mis queridos jóvenes
lectores, conservo algunas. Fue la común durante bastante tiempo, durante el
dominio militar y político de la Ciudad de Roma. Con el denario pasa algo así como,
entre nosotros, con el dólar, que es de uso universal. Baste ahora recordar que era
de plata, pesaba algo más de 3gr. Según época y lugar de acuñación. Su valor
práctico correspondía al jornal diario de un peón.
En tiempos de Jesús circulaban diversas monedas, generalmente utilizadas para
diferentes usos. En el templo, más propiamente, en el santuario, sólo se aceptaban
las exclusivas del lugar sagrado. En la gran explanada se podían conseguir
monedas de este tipo, gracias a los cambistas, que canjeaban las que procedían de
los diversos países por las “religiosas” de cobre y sin efigies que pudieran faltar a la
prohibición de representar imágenes humanas.
(En un principio los núcleos humanos eran muy simples. En las grietas de las rocas,
con adobes, de pieles o de tejidos recios, se montaban jaimas. Se agrupaban como
podían para protegerse mutuamente y ayudarse. Unos cazaban, otros recogían
frutos de los árboles, más adelante, cultivaban cereales o pastoreaban ganados…
las mujeres procreaban, que era lo más importante que podían hacer. Molían el
grano, tejían, cocinaban… Pronto el habiat fue consciente de que necesitaban
alguien experto en la medicina, en el arte de la danza, en la pintura, en el oficio de
interceder ante la divinidad. Más tarde, al llegar las invasiones de otros clanes, fue
preciso un nuevo empleo: el guerrero. Las decisiones se tomaban en asambleas
tribales, pero llegó un día en que la administración de la cosa pública exigió una
especial dedicación y surgió el político. Poco a poco se fue haciendo amo de la
situación y poderoso dominador de los suyos. Si al principio el comercio fue de
trueque, más tarde se utilizó un patrón: el peso de un metal apreciado por todos,
fuera plata u oro, por citar los más comunes. Tener que acudir a la balanza era un
engorro y se inventó la acuñación, así nació la moneda). ¡Cuánto cuento! Quizá me
digáis. Pues, perdonádmelo, que ahora sí que voy al grano.
Los fariseos y los agrupados en el entorno de Herodes, eran antagónicos. Ahora
bien, en política, lo que no se consigue con la espada, los éxitos económicos o
territoriales, se trata de alcanzarlo mediante las coaliciones. En este caso si
consideraban que el enemigo común era Jesús, no importaba que por un momento
establecieran un pacto y se confabularan contra Él. Aparentemente no tenía
escapatoria. Negar el impuesto imperial, suponía de inmediato situarse contra
Roma, cosa evidentemente muy peligrosa. Aceptar el tributo públicamente, le
desacreditaba ante el pueblo.
Sacó a relucir, como en alguna otra ocasión, su astucia, cualidad muy oportuna en
este momento. ¿De quién era la efigie de la contribución? Del Cesar,
evidentemente, siempre lo fue así, no podía tratarse de otra pieza. Dar al Cesar lo
que es del Cesar, no suponía una injerencia en el terreno político. Ni tampoco
condenar actitudes ciudadanas temporales. Pero Él no había sido enviado por el
Padre para estos menesteres. A Dios lo que es de Dios, eso sí. A ello dedicó
siempre su estancia en este mundo.
Tenemos ejemplos los cristianos de políticos que se han entregado honestamente al
servicio de la cosa pública. Del rey Balduino de Bélgica, Robert Schuman, Alcide De
Gaperi, Jean Monnet, son ejemplos que ahora se me ocurren, nadie puede dudar de
su honradez y de su acierto en el resurgir político y económico de la moderna
Europa, fueron cristianos que descubrieron que su vocación, su servicio a la
comunidad, pasaba por la actuación política, y alguno de estos está en proceso de
beatificación. De los que en su vida no han pretendido otra cosa que darse a Dios,
están repletas las bibliotecas de sus biografías.
Cuando la política se ha querido meter en el terreno religioso, tratando de
dominarlo, o los religiosos han intervenido en política, nunca se guardó de ello buen
recuerdo, aunque se haya querido a veces camuflar las intenciones. Son dos
terrenos independientes, pero paralelos, como las vías de un tren que sin tocarse,
si una se deteriora perjudica a la otra. Tal vez para laborar en política se necesite
una cierta madurez, generalmente una cierta edad. Para servir a Dios no es preciso
ser mayor. Desde la infancia, léase Tarsicio como ejemplo emblemático, hasta la
ancianidad, hay muchísimos testimonios. Estamos todos invitados a militar y
enriquecer su Reino.