Comentario al evangelio del martes, 14 de octubre de 2014
La primera lectura de este día es para leerla y releerla muchas veces. Nos recuerda nuestra
vocación inicial y primera: ser hijos de Dios es ser personas en toda la amplitud de la palabra. Es ser
libres. Es ser responsables. Es ser fieles a nosotros mismos. Es ser coherentes. Es no dejarnos llevar
por el qué dirán o la presión del grupo. Es buscar la justicia ante todo. Es trabajar por el Reino y saber
que lo demás se nos dará por añadidura.
Dicho así parece fácil. Pero es en realidad, alcanzar esa libertad es tarea de toda la vida. Supone un
compromiso decidido y no siempre fácil de llevar a su término. Porque la libertad tiene muchos
obstáculos. Estoy hablando de la libertad como liberación de los obstáculos que me vienen de fuera.
Hay que luchar decididamente contra todo lo que nos oprime, lo que no nos deja ser nosotros mismos.
Pero me van a permitir que diga que esa es la parte fácil de la tarea.
Lo difícil es liberarnos de nosotros mismos, de las esclavitudes que nosotros mismos nos
imponemos. He dirigido durante unos años un colegio y he visto como los chicos veían a veces a la
dirección del Colegio como fuente de opresión. Se unían con facilidad para luchar contra ella. No era
difícil sentir la unión del grupo. Era incluso reconfortante. Lo que era muy difícil era que se rebelasen
contra la opresión del mismo grupo que imponía sus normas y excluía con crueldad a los diferentes.
Más difícil todavía: reconocer las esclavitudes internas, las orejeras que me imponen una determinada
visión, los prejuicios, las tradiciones, los hábitos.
Cristo nos ha liberado para ser personas, para ser hermanos y hermanas, para la justicia la
fraternidad. Para ser auténticos. Y a partir de ese momento, lo importante no será ya lavarse o no las
manos antes de comer (cumplir las normas porque sí) sino hacer que todo esté orientado a la
fraternidad, a la justicia, a la libertad, al Reino. Somos hijos, no esclavos. Y las normas están para
nuestro servicio y no lo contrario.
Pero recordemos que el camino de la libertad no es fácil ni sencillo. Implica compromiso y
esfuerzo. Que el Señor nos ayude con su gracia a liberarnos de verdad.
Fernando Torres Pérez, cmf