Comentario al evangelio del miércoles, 15 de octubre de 2014
Hoy es la fiesta de santa Teresa de Jesús y el Evangelio no trae aquellas palabras de Jesús: “Te doy
gracias, Padre, porque has revelado estas cosas a la gente sencilla...” Santa Teresa fue una mujer
sencilla. Sencilla pero con arranque y redaños. Paso un tiempo de su vida pensando cómo quería servir
a Dios. Pero cuando llegó a una decisión, se lanzó, dejó atrás todo lo demás de la vida y puso rumbo a
su norte. Con Jesús y por Jesús.
Siguió siendo una mujer sencilla. No tenía muchos estudios. Su conocimiento de Jesús era el de la
experiencia diaria, el de la oración, el del encuentro con la Palabra. Y también el del encuentro con sus
hermanas en la vida cotidiana. Quizá por eso terminó pensando aquello de que “entre los pucheros
anda el Señor”, insinuando que no es lo más importante en la vida del cristiano el dedicarse muchas
horas a la oración y el sacrificio. Que preparar la comida y limpiar y trabajar es también una forma de
construir el reino y la fraternidad.
Teresa dedicó muchas horas a la oración pero no se metió en una cueva. La aventura de fundar
monasterios la llevó de aquí para allá. No dudó en lanzarse a los caminos. Era lo que entendía que tenía
que hacer. Y lo hizo. Sin miedo. Sencilla pero valiente.
Sencilla pero valiente para enfrentarse a doctores y jerarquías de todo tipo. Llevaba en su corazón
su fidelidad, su rectitud, su honestidad en seguimiento y escucha de Jesús.
Sencilla para darse cuenta de que el Evangelio es algo realmente sencillo. Sería bueno que hoy
siguiésemos teniendo presente una de sus frases: “De devociones absurdas y santos amargados,
líbranos, Señor.” Para recordarnos que sólo lo que contribuye a la fraternidad, al reino, a la justicia, es
bueno. Y que Dios no quiere sacrificios absurdos para compensarse nadie sabe qué imaginarias
ofensas. Como si rezar muchos rosarios de rodillas, por ejemplo, le compensase a Dios de algo. Lo que
alegra a Dios, lo que es su voluntad, es que hermanos y hermanas vivan como tales.
Todo eso lo entendió y lo hizo vida Teresa de Ávila. Tanto que terminó llamándose Teresa de
Jesús. Hoy todavía tenemos que seguir aprendiendo mucho de ella.
Fernando Torres Pérez, cmf