XXIX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Antonio Elduayen, C.M.
Queridos amigos y amigas,
“Den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Sin duda esta corta
frase la habremos oído muchas veces y hasta usado, algunas. La dice Jesús en el
evangelio de hoy (Mt 22,15-21), para poner punto final a la discusión con la que
sus enemigos quieren sorprenderlo. Y, lo que es mucho más importante, para dejar
sentado el principio de solución de las relaciones entre el poder humano-político y
el poder divino-religioso; entre el Estado y la Iglesia, como solemos decir hoy, y
que por no tenerlo en cuenta, ha sido –y sigue siendo- , motivo de malentendidos y
fricciones entre los gobiernos y la iglesia. El dicho de Jesús dejó sentadas también
las bases de lo que sería y es hoy la Doctrina Social y Política de la Iglesia. Veamos
algunas de las implicaciones del dicho de Jesús sobre “lo que es del César” y “lo
que es de Dios”.
1º. “es del César” (palabra que aquí significa orden y poder humano), cuanto el
hombre, de modo legítimo y organizado, hace y se da para su desarrollo en todos
los aspectos (social, cultural, político, laboral, económico, etc., etc.). En todo esto
el hombre es autónomo, y, para su bien o para su mal, debe regirse por las leyes
que ellos mismos se hacen. Tal es el Plan de Dios, quien quiso dejar la tierra al
hombre (sal 115, 16), única criatura a la que ha amado por sí misma (LG 24). Los
problemas surgen cuando el hombre, olvidando que el César (el gobierno) es tal
porque Dios así lo ha querido, se cree señor y dueño del universo y suplanta a Dios.
2º. “es de Dios” (palabra que en Jesús significa Dios Trinidad), todo lo creado,
incluido el César; a quien confió el mundo para que lo gobierne y mejore.
En su generosos Plan para con “el César”, Dios mantiene siempre su providencia
ordinaria sobre el mundo, -extraordinaria a veces, como cuando envió a su Hijo en
Jesús. Y espera que “el César” reconozca a su creador, sea dando leyes que se
ajusten a la Ley Natural y tengan en cuenta el Bien Común, sea respetando
positivamente “lo que es de Dios”, que se concreta en lo que llamamos religión y
libertad religiosa. Lamentablemente las cosas no siempre resultan como debieran,
por causa de los malentendidos y ambiciones del César y, a veces, de las iglesias.
Dada la separación Iglesia-Estado, las posiciones principales del César (de
gobiernos y sectores sociales secularizados) para con la Iglesia, son: 1, de
oposición militante, que de un modo u otro busca su desaparición; 2. de aparente
tolerancia y neutralidad, pero de difícil convivencia; y 3. de respeto y hasta de
colaboración, pues apoya condiciones de vida que facilitan su fe y su modo de vida.
¿Se atreverían a poner un ejemplo de país en cada caso? De todos modos, más
importante que esto es imitar la actitud valiente e inteligente de Jesús frente a sus
contrarios. Para no dejarnos sorprender y, como nos lo pide el apóstol Pedro (1 Pe
3,15), para saber dar razón de nuestra fe.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)