XXIX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Javier Balda, C.M.
Da al hombre lo que quieras pero no se lo quites a Dios
El cristiano no es un hombre que se aísla y se encierra en sí mismo como el caracol
en su propio caparazón cuando siente algún peligro o alguien intenta turbar su paz.
El cristiano es un hombre, que desde su fe y su amor a Dios y al hombre se
humaniza y humaniza todo lo que le rodea. No es un hombre indiferente ante los
problemas del hombre que vive junto a él sino que se enfrenta a ellos e intenta dar
una respuesta convincente desde su propia vida. Es un hombre que se juega el tipo
por Cristo y su evangelio antes que por intereses políticos, económicos y sociales;
que busca, por encima de todo, la construcción del Reino de Dios: un reino de paz,
de justicia y de amor, un reino de hombre libres y no de esclavos, un reino donde el
respeto a la dignidad de la persona humana y a sus derechos inalienables estén por
encima de otros intereses. El cristiano es el hombre libre que no acepta ser esclavo
de la ley, de la autoridad, del poder, del qué dirán, del visto bueno de los
poderosos. Es el hombre que se reconoce servidor del hombre y de Dios desde el
amor. Es el hombre comprometido con el hombre pero desde su compromiso con
Dios. Es el hombre que obedece desde su obediencia a Dios. Es el hombre que se
da a los hombres desde su entrega a Dios y a su causa. Es el hombre que responde
desde la misma respuesta a Dios. Es el hombre que vive la justicia humana sin
dejar de ser justo con Dios. Es el hombre que da y se da sin quitarle nada a Dios de
lo que a él le pertenece.
Hoy también, algunas personas se acercan a nosotros y nos dice: ¿Qué debemos
hacer con los nuevos Césares? ¿Debemos obedecerles? ¿Qué les debemos dar? No
hay otra respuesta para nosotros los cristianos que la misma respuesta de Cristo:
“Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Pero ¿y si el César
nos pide algo que va en contra de la voluntad de Dios? También Cristo nos da la
respuesta para que la vivamos: “Hay que obedecer a Dios antes que a los
hombres”. “Sólo el que haga la voluntad del Padre entrará en el Reino de los
cielos”.
No es la obediencia interesada y temerosa la que dignifica y salva al hombre sino el
cumplimiento fiel a la ley del amor. Llénate del amor de Dios y ama al hombre con
el mismo amor de Dios.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)