XXX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Padre Emilio Betancur Múnera
AMORES INSEPARABLES PERO NO INTERCAMBIABLES .
Era apenas natural que un fariseo, doctor de la ley, Escriba, para quien el
mandamiento más fácil de llevar era tenido como el más difícil, buscara un
mandamiento que al ser cumplido abarcara para cumplir la totalidad de la ley: él
no preguntaba por el orden de importancia de los 248 mandatos junto a sus 365
prohibiciones puesto que todos eran prescripciones de Dios, sino por el
mandamiento mayor.
Providencialmente para los fariseos Jesús lo conocía y cumplía cabalmente:
“Amarás al Se￱or tu Dios con todo tu corazón, es decir con todo el sentimiento y
la ternura que requiere el vínculo con Dios; con toda tu alma, con toda la fuerza de
comunión con Dios y con toda tu mente, comprendiendo la íntima relación con
Dios”; son los mismos tres niveles del éxito en las relaciones humanas. Amar a Dios
significa amar nuestra vida y la de nuestros hermanos desde su raíz más profunda,
ser hijos de Dios
El criterio para verificar el amor a Dios es el amor al pr￳jimo: “El segundo es
semejante a éste; Amarás a tu prójimo, incluyendo al enemigo, como a ti mismo.”
De estos dos mandamientos dependen la ley y los profetas”. Este segundo es el
criterio para saber si estamos cumpliendo el primero. Como el amor a Dios implica
el amor al prójimo en un mismo mandamiento, puede ser llamado el mandamiento
mayor, Dios es amor (1 Jn 4,8).
Si el segundo mandamiento es semejante al primero no es porque el amor al
prójimo sea de segundo orden en relación con el amor a Dios sino que su exigencia
y radicalidad es semejante al primero. La pregunta por el amor de Dios es
necesariamente la pregunta por el sufrimiento del hermano. “S￳lo el amor es digno
de la fe” (von Baltasar) El pr￳jimo se relaciona con Dios como el agua con su
fuente. Son dos mandamientos inseparables pero no intercambiables. Se trata de
dedicar al prójimo el mismo cuidado y amor que se le da a Dios. La cima del amor
tiene dos vertientes en la que cada una se convierte en test de la otra.
LOS PRIMEROS AMADOS.
Podemos amar a Dios por el sólo hecho de que Él nos ha amado primero; y
podemos amar a nuestro prójimo en el sentido cristiano por haber sido ellos
amados primero por Dios. La gran revelación del cristianismo es que Dios, siendo
amor, nos quiere como somos. Desde nosotros mismos tenemos una incapacidad
radical de amar. Sabiendo y sintiendo que Dios nos quiere; con el amor de Dios
podemos amar al hermano.
Todo lo contrario a la reacción de Caín cuando Dios le pide cuentas de su hermano
Abel: “¿acaso es mi obligaci￳n cuidar de él” (Gn 4,9) Todo cuanto le hacemos a los
hermanos se lo hacemos a Él(Jesús) (Mt 25,31-46, la parábola del juicio final)
“llevad mutuamente vuestras cargas” aconsejaba Pablo a los Gálatas (Gal 6,21).
Juan Pablo segundo decía en carta con motivo del nuevo milenio: “Al pr￳jimo hay
que mirarlo como alguien que me pertenece como un don para mí, descubriendo lo
que hay de positivo en él”.
La primera lectura nos induce a tener con el prójimo los mismos sentimientos de
Dios con su pueblo: “Esto dice el se￱or a su pueblo, no hagas sufrir ni oprimas al
extranjero porque ustedes fueron extranjeros en Egipto, no exploten a las viudas ni
a los pobres porque cuando ellos clamen ciertamente oiré yo su clamor” ( Ex 22,20-
26)
El amor a Dios pasa por el amor al prójimo y al prójimo lo descubrimos con nombre
propio y apellido. Prójimo es a quien se le ayuda, entretanto, todos están a
distancia y son desconocidos.
Desde la experiencia de prójimo conocemos quien es Dios; cuando reconocemos a
Dios en varios prójimos, superando la discriminación surge la comunidad
credibilidad del amor de Dios al prójimo.
La búsqueda del amor como voluntad de Dios no requiere saber las leyes escritas
sobre él, menos cargar a la gente de doctrina sobre el amor sino sentir y descubrir
el amor de Dios en el hermano y en general en la gente. Tampoco es que el amor
de Dios y al prójimo se descubra en tiempos o espacios privilegiados por su
sacralidad, excluyendo a los que sufren por fuera, o no son tenidos en cuenta por
no tener quien hable por ellos; advirtiendo que el amor a Dios y al prójimo no
fueron para Jesús una misma cosa ni pierde su identidad en la acción solidaria; más
aún el reino no viene de los hermanos sino de Dios; tampoco es que por amar al
prójimo amemos indirectamente a Dios.
Es el reconocimiento que Pablo le hace hoy a la comunidad de Tesalónica:
“Ustedes, por su parte, se hicieron imitadores nuestros y del Se￱or aceptando la
palabra de Dios en medio de tribulaciones y alegrías que da el Espíritu Santo;
llegando a ser para todos los creyentes de Macedonia y Acaya y en todas partes, de
tal manera, que nosotros ya no teníamos necesidad de decir nada, Porque ellos
mismos cuentan de qué manera tan favorable nos acogieron ustedes y como,
abandonando los ídolos se convirtieron al Dios vivo y verdadero para servirlo”
(Segunda Lectura).
IMAGINÉMONOS COMO HERMANOS
“Amarás a tu pr￳jimo como a ti mismo” el pr￳jimo debe ser para mí tan importante
como yo lo soy para mí mismo. El mandato del amor a sí mismo es fundamental
como sentido de autoestima para poder volver a ver al prójimo como igual a mí.
“Todo cuanto quieran que les hagan los hombres, háganlo también ustedes a ellos”
(Mt 7,12); Cualquiera que anule uno de estos mandamientos más pequeños y así lo
enseñe a los hombres, será el más pequeño en el reino de los cielos, en cambio el
que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los cielos” (Mt 5,17-
19). “Ama a tu pr￳jimo como a ti mismo. En este mandamiento están
contenidos todos los demás. Quien ama, cumple toda la ley” (Rom 13, 9-10).
Todo el Nuevo Testamento es la interpretaci￳n del “como a ti mismo” porque nos
presenta la manera como Jesús ha amado al pr￳jimo. “A tu pr￳jimo como a ti
mismo” se refiere a la clase de amor que los cristianos deben dar a los demás;
reflejado pedagógicamente según Lucas en la parábola del Buen Samaritano.
Pregúntese cuanto se ama así mismo y esto le dará una idea de cuánto debe amar
al prójimo; desear la propia felicidad como cualquier otra personas puede querer la
suya. El argumento pedagógico de la solidaridad consiste en imaginarse a uno
mismo en la situación del hermano para amarlo con originalidad e imaginación
siempre y donde se encuentre. La manera como nos consideramos a nosotros
mismos determina la forma como debemos amar a los hermanos. El hombre es
amor por vía de semejanza.
“Que os améis como yo os he amado” es el cambio radical del amarás a tu pr￳jimo
como a ti mismo; la novedad del mandamiento nuevo es Jesús pues el punto de
referencia de nuestro del amor al prójimo ya no está en nosotros sino en
Él. “Como el Padre me am￳ os he amado yo”.
La síntesis admirable del amor a Dios y al prójimo en Jesucristo nos permite dar
gracias con el Salmo: “El señor me libró porque me ama. Yo te amo señor tu eres
mi refugio, el Dios que me protege y me libera. Cuando invoqué al señor de mi
esperanza, enseguida me libro de mi enemigo.” (Sal 17).
San Agustín explicando lo que significa “mi carga es ligera” pone el ejemplo de
unas alas, una de las cuales es “Amarás al Señor tu dios con todo tu corazón, con
toda tu alma y con toda tu mente; pero no vayas a quedar asido solo a ésa.
“Amarás al pr￳jimo como a ti mismo”……a￱ade también esta ala, para que puedas
volar… en cuanto te apoyes en estas dos alas, teniendo mientras tanto el corazón
en alto, para que el corazón a su vez, estando en alto, tire de tu cuerpo hacia lo
alto”.(Serm￳n 68).
San Agustín dijo algo que puede ser mal interpretado sobre todo hoy con el
libertinaje: “Ama y haz lo que quieras”...Si hablas, habla con amor, sin callas, hazlo
con amor, si corriges, corrige con amor. Si en el corazón hay amor cualquier cosa
que se haga será justa. “La caridad no hace mal al pr￳jimo”, decía San Pablo (Rom
13,10). Y San Juan: “Hijitos míos, hermanos, amémonos los unos a los otros
porque el amor es de Dios y si poneos en práctica este precepto habremos puesto
en práctica todo el evangelio”, (1 Cor 13).