FIESTA DE TODOS LOS FIELES DIFUNTOS
(Sabiduría 3:1-9; Romanos 5:5-11; Juan 6:37-40)
Una vez un predicador dijo: “Todos nosotros vamos al purgatorio cuando
moramos”. Entonces declaró su razonamiento: nadie es perfecto en la tierra;
todos necesitan la purificación antes de que entren en el cielo.
En un modo el predicador es demasiado optimista. El mal existe, y unos se
someten a ello. Deberíamos rezar que nadie se condene al infierno. Sin
embargo, queda como una posibilidad que algunos no acepten la salvación
ofrecida en el evangelio.
En otro modo tal vez el predicador no sea suficiente esperanzado. Pues existen
algunos cuyas vidas son espectacularmente buenas. Siempre pensamos en la
Madre Teresa de Calcuta como santa pero cada uno de nosotros hemos conocido
a una persona bendita. El Padre Matías Robinson dedicó su vida a Cristo y los
demás. Era tan brillante que pudiera trabajar para el gobierno como
investigador científico. Pero siguió la vocación del maestro del colegio. En su
vejez se hizo guía espiritual del movimiento en pro de vida para la ciudad de
Dallas. Siempre estaba disponible para confesar a la gente, particularmente a
los estudiantes de la universidad.
No obstante, podemos decir que el predicador del purgatorio está atinado
generalmente. La mayoría de nosotros desafortunadamente nunca dejamos
nuestras maneras egoístas. Al final de cuentas, sí, nos faltará un período de
recapacitación antes de que nos atrevamos a montar las alturas de Dios. Si la
visión beatífica es sólo para los puros de corazón, tendremos que limpiarnos del
enojo, lujuria, y avaricia que forran los nuestros.
Ahora rezamos por los muertos que sean con Dios. A la misma vez esperamos
que en tiempo otros católicos recen por nosotros. Purgatorio no es
necesariamente el abismo de fuego como lo pintaron los artistas del
Renacimiento. Sería mejor que pensemos en ello como un programa internado
para los drogadictos. Tan cómodos que sean algunos aspectos de estos
programas, los adictos siempre quieren volver a sus familias tan pronto posible.
Asimismo, las almas del purgatorio desean estar con Dios.
Padre Carmelo Mele, O.P.