COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires – ciclo 2014)
CONMEMORACIÓN DE TODOS LOS FIELES DIFUNTOS
Evangelio según San Lucas 24, 1-8
El primer día de la semana, al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro con los
perfumes que habían preparado. Ellas encontraron removida la piedra del
sepulcro y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras
estaban desconcertadas a causa de esto, se les aparecieron dos hombres con
vestiduras deslumbrantes. Como ellas llenas de temor, no se atrevían a levantar
la vista del suelo, ellos les preguntaron: “¿Por qué buscan entre los muertos al
que está vivo? No está aquí, ha resucitado. Recuerden lo que Él les decía cuando
aún estaba en Galilea: "Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en
manos de los pecadores, que sea crucificado, y que resucite al tercer día. " Y
ellas recordaron sus palabras.
DIOS NOS ESPERA PARA PODER VIVIR EN SU PRESENCIA
Ciertamente, el Misterio de la Pascua, el misterio central de nuestra fe en Cristo
Jesús, es el misterio de la redención, de la encarnación en el seno virginal de
María, de la crucifixión y muerte de Jesucristo y la resurrección.
Cristo es el Hijo de Dios; que es Dios, verdadero Dios y que es Hombre,
verdadero Hombre; en ese único sacrificio nos salva y nos redime del pecado y
de la muerte. Estas dos consecuencias han sido debilitadas, disueltas. Cristo,
con su poder salvífico-redentor, elimina el pecado, lo saca, lo disuelve, pero
también debilitó el poder absoluto de la muerte y ésta ya no tiene la última
palabra. Quien cree en Cristo “aunque hubiera muerto, vivirá”
Sabemos que Dios es Dios de vivos y no de muertos; todo creyente en el Señor
ya vive eternamente, de otra manera. Venimos de Dios, caminamos en Dios y
regresamos a Dios; la muerte es dejar de lado lo cotidiano de nuestra historia
para entrar en la eternidad. La muerte es una transfiguración, una
transformación, un cambio, donde morir significa resurgir.
La fe es realmente una metamorfosis por la que el hombre madura en lo
definitivo y se convierte en maduro para ser definitivo. Es importante que,
creyendo sepamos que podemos rezar, por el poder eterno de Cristo, y alcanzar
la misericordia aquellos mayores nuestros que han partido y que nuestra oración
los pueda obtener, porque en Dios ya no hay tiempo, es lo eterno, lo absoluto.
Una cosa es “vivir de este lado” y otra es “pasar al otro lado”, pero saber que
“pasando al otro lado” a través de la muerte hay Alguien que nos espera, Dios.
La Iglesia no sabe de qué manera, pero sí sabe que Dios nos espera para poder
vivir en su presencia.
Recemos por los difuntos sabiendo que Cristo nos da la certeza de la
resurrección. Por esa certeza, que es Palabra de Dios y no palabra de hombre,
podemos rezar por nuestros queridos difuntos.
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén