Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos (2 de noviembre)
Padre Emilio Betancur Múnera
DIOS ES UN DIOS DE VIVOS.
Para el Ben Sira, la visión de la muerte no es pesimista ni desgarrada. Morir es
algo natural como que un árbol se desprenda en otoño de sus hojas para que la
savia que proporciona la primavera, alimente nuevos retoños. Lo importante es el
árbol social.
El hombre creado a imagen de Dios, dotado de inteligencia para conocer el bien y el
mal, esta vocacionado a alabar a Dios y a proclamar las grandezas de sus obras en
el espacio del tiempo que Dios le concede vivir sobre la tierra (17,3-10), pero
siempre podrá contar con su misericordia. Los años del hombre están contados.
Una gota del mar un grano de arena, esos son sus pocos años frente a la eternidad.
Por eso el señor es paciente con los hombres y derrama sobre ellos su misericordia,
Él ve y sabe que su fin es miserable, por eso los perdona una y otra vez (18,9-12)
La muerte está siendo objeto de represión, de maquillaje, de enmascaramiento, de
silencio, de sublimación, de glorificación, pero en cualquier caso está ahí
omnipresente y humana.
El discurso actual sobre la muerte se ha desvinculado del discurso sobre la
inmortalidad. En realidad la filosofía de la muerte ha sido tradicionalmente una
filosofía sobre la inmortalidad, no sobre la muerte.
Ahora asistimos a un discurso sobre la muerte en el que ésta es abordada en sí
misma y por sí misma o en su relación con la vida, y no como simple propedéutica
o pórtico de una eventual sobre-vida o de una presunta inmortalidad.
No queremos vivir nuestra propia muerte; preferimos una muerte súbita. Qué
bueno que no se entere da nada... siquiera no se dio cuenta, que bueno que se
murió sin darse cuenta, si se da cuenta que se va a morir, sufre más.
La muerte ha dejado de ser considerada como lo natural al ser humano y se ha
convertido en algo que se combate y que sólo ocurre cundo la ciencia falla
La historia no rescata muertos ni el hombre se salva así mismo: la salvación del
hombre y de la historia es la resurrección.
La muerte, mi muerte, es el verdadero problema de la vida. Por un lado, constituye
algo natural, universal, es parte de la vida.
Por otro lado, la aniquilación que provoca nos sabe a absurda contradicción, pues
se opone a nuestro noble deseo de vivir y perdurar.
El hombre oscila indefinidamente entre estos dos polos: necesidad de la muerte y
necesidad de una victoria sobre la muerte. La razón por sí sola no alcanza a
despejar esta ambigüedad, porque una y otra vez se da de bruces con el espesor
del hecho opaco, compacto impenetrable, del tener que morir. Unamuno
obsesionado desde siempre con este asunto, expresaba esta perplejidad bellamente
cuando escribía aquello de que “ni el sentimiento logra hacer del consuelo una
vedad, ni la razón logra hacer de la vedad un consuelo”.
¿Que resta entonces? Resta la esperanza. Esta sería imposible si la aniquilación o la
sobre-vida fuesen certezas racionales.
La respuesta cristiana a este problema, a la pregunta sobre la muerte se expresa
con la categoría resurrección de los muertos. Como concepto no solo corpóreo sino
también corporativo y cósmico.
La fe cristiana cree esto porque no cree que la historia pueda rescatar a sus
muertos ni que el hombre pueda salvarse así mismo. Cree que haya una salvación
para el hombre y para la historia.
Si la muerte le quita al hombre el ser, le quita también la palabra.
Dios es un dios de vivos, dirá Jesús a los saduceos. “Ignoráis quien es dios, y por
eso negáis la resurrección”
Si Dios ha creado al hombre por amor, entonces lo ha creado para la vida; y ése
Dios no puede ser vencido por la muerte ni puede contemplar impasible la muerte
de su amigo. La muerte del hombre interpela la identidad de Dios y la respuesta de
Dios a esa interpelación es la resurrección del hombre.
¿Cómo quieres ver a dios en el otro mundo si no lo ves primero en éste?... corres el
riesgo de no reconocerlo.
NOS INTERESA LA MUERTE POR LA RESURRECCIÓN.
En la muerte tenemos que llorar por aquellos que habían sido nuestra alegría. Todo
amor conlleva un sufrimiento, debido al interés que tenemos por la vida.
Siempre ha ocurrido que el amor desconoce su propia profundidad hasta que llega
la separación.
Los sentidos nos permiten ver que el paso normal es de la vida a la muerte pero la
fe nos permite conocer el paso de la muerte a la vida. “Porque la vida de los que en
ti creemos Señor no termina sino que se transforma... todo el que cree en mí
aunque muera vivirá y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás”
El hombre no está destinado a morir sino a la vida por eso Dios lo resucita.
La muerte es ofrenda por eso se celebra en una eucaristía.
Getsemaní es la angustia que tenemos todos ante la proximidad de la muerte.
La vida va hacia la muerte física pero esta desde la muerte de Jesús no es término
sino camino de vida. “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, no lleva fruto”.
Desde entonces quien rechaza la muerte permanece estéril y quien acepta morir
lleva fruto. En la muerte para vivir está la victoria de la vida.
Lo que más asusta de la muerte es la soledad con que debemos afrontarla.
”Nadie puede morir por otro sino que cada uno deberá luchar personalmente con la
muerte. Pero esto no es del todo verdadero: “Si hemos muerto con él, también
viviremos con Él”( 2 tm 2,11) por tanto, es posible morir como dos.
EN LA CASA DE MI PADRE.
La primera frase resume lo mejor de este discurso: “no perdáis la calma, creed en
Dios, creed también en mí” esa frase significa que los discípulos estaban
angustiados; ellos sabían que todo lo que estaba por venir era sufrimiento y apenas
estaba comenzando. Lo peor de su angustia era la decepción: “esperábamos que
iba a salvar a Israel, se sobre entiende que de los romanos, su esperanza política
había sido condenada y ejecutada. Ahí terminaron todas sus ilusiones. Él no va a
restaurar la esperanza por milagros, tampoco por un levantamiento nacional contra
Roma el ocupante, al contrario no ha dejado de predicar la no violencia. Su
liberación se situaba en otro plano; Él no es lo que ellos esperaban.
El comienza por hacerles un llamado a la fe en Jesús. “No se desesperen porque
ustedes creen en Dios”, pero una cosa es creer en Dios y otra es creer en Jesús que
ha perdido la partida. “Creed en Dios, creed también en mí; creed en lo que yo os
digo. El que cree en mi hará las mismas obras que yo hago. Si me conocéis a mi
conoceréis también a mi padre. El que me ha visto a mí ha visto al padre; yo estoy
en padre y el padre está en mi las palabras que yo digo no las digo por mí mismo
es el padre que mora en mi quien cumple sus propias obras”. Las obras de Dios que
también haremos nosotros son obras de salvación y liberación. Este es un texto
parta profundizar en sus palabras: conocer, ver, vivir en, ir hacia... “Decir yo soy la
verdad y la vida es identificarse con Dios mismo; más aún dice, yo soy el camino
(hacia el padre) pero Jesús no va al padre sin nosotros. “Donde yo estoy estaréis
también vosotros. Cuando yo me vaya os prepararé un lugar y vendré luego por
vosotros. Pablo será más radical: “nada nos podrá separar del amor de Dios
manifestado en Cristo Jesús” (rom 8,39).