FERIA PRIVILGIADA DE ADVIENTO
DÍA 23 DE DICIEMBRE
El nacimiento de Juan Bautista fue un don de Dios para preparar la llegada
de su Hijo, que se hizo hombre para que el ser humano participara de la
naturaleza divina.
Isabel, anciana ya, era estéril. Zacarías, su esposo no dio fe a las palabras
de Dios, que, por medio del ángel Gabriel, les comunicaba que serían
padres. Pero, a pesar de todo, la promesa del Señor se cumplió: Zacarías e
Isabel engendran un hijo, que será –nos dice el Evangelio- grande a los ojos
del Señor, convertirá a muchos e irá delante del Señor, preparándole un
pueblo bien dispuesto.
La actitud de Zacarías e Isabel contrasta con la de María, la Madre de Jesús,
que no dudó, ante la palabra de Dios, que sería madre sin intervención de
varón. Por eso, Isabel dice a su prima María: “¡Dichosa tú, que has creído!”.
El evangelio de hoy nos presenta las circunstancias que rodearon el
nacimiento del Bautista. El nombre de Juan significa que Dios nos ha
mostrado su favor. Es Zacarías, su padre, quien, inspirado por Dios, dice
que se llamará Juan. Que sea Dios quien impone el nombre a una persona
significa que la toma por completo a su servicio y le encomienda una
misión.
El prefacio de la misa de la solemnidad del nacimiento de San Juan explica
detalladamente esta misión: fue abriendo caminos al Mesías, cuya presencia
señaló entre los hombres. Juan llegó a dar su sangre como supremo
testimonio de Cristo. Como auténtico profeta -el último de los profetas-
Juan dio testimonio de la verdad incluso con su vida. San Gregorio Magno
comenta que el Bautista «predica la recta fe y las obras buenas... para que
la fuerza de la gracia penetre, la luz de la verdad resplandezca, los caminos
hacia Dios se enderecen y nazcan en el corazón pensamientos honestos tras
la escucha de la Palabra que guía hacia el bien».
San Juan Bautista fue el precursor, la "voz" enviada a anunciar al Verbo
encarnado. Comenta san Agustín: «Juan es la voz. Del Señor en cambio se
dice: “En el principio existía el Verbo” ( Jn 1, 1). Juan es la voz que pasa,
Cristo es el Verbo eterno que era en el principio. Si a la voz le quitas la
palabra, ¿qué queda? Un vago sonido. La voz sin palabra golpea el oído,
pero no edifica el corazón»
Es también misión de todo cristiano abrir caminos al Señor, señalarle como
Salvador de todos los hombres, dar testimonio de Él con nuestra vida.
Nuestra fe en Cristo debe ser confianza total en Él, pero también una fe
viva, operante, con obras. Hemos de confesar nuestra fe en Cristo de forma
clara y valiente. No podemos disimular o diluir nuestra identidad cristiana y
menos, renunciar a ella. Así es como el cristiano, fiel seguidor de Cristo,
también en nuestros días, le irá abriendo caminos al Salvador.
MARIANO ESTEBAN CARO