COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires – ciclo 2014)
Domingo 16 de Noviembre de 2014 - Trigésimo tercero del tiempo
ordinario
Evangelio según San Juan 25, 14-30 (Ciclo A)
Jesús dijo a sus discípulos ésta parábola: “el Reino de los Cielos es también
como un hombre que, al salir de viaje, llamó a sus servidores y les confió sus
bienes. A uno le dio cinco talentos, a otro dos, y uno solo a un tercero, a cada
uno según su capacidad; y después partió. Enseguida, el que había recibido
cinco talentos, fue a negociar con ellos y ganó otros cinco. De la misma manera,
el que recibió dos, ganó otros dos, pero el que recibió uno solo, hizo un pozo y
enterró el dinero de su señor. Después de un largo tiempo, llegó el señor y
arregló las cuentas con sus servidores. El que había recibido los cinco talentos se
adelantó y le presentó otros cinco. 'Señor, le dijo, me has confiado cinco
talentos: aquí están los otros cinco que he ganado'. 'Está bien, servidor bueno y
fiel, le dijo su señor, ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de
mucho más: entra a participar del gozo de tu señor'. Llegó luego el que había
recibido dos talentos y le dijo: 'Señor, me has confiado dos talentos: aquí están
los otros dos que he ganado'. 'Está bien, servidor bueno y fiel, ya que
respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar
del gozo de tu señor'. Llegó luego el que había recibido un solo talento. 'Señor,
le dijo, sé que eres un hombre exigente: cosechas donde no has sembrado y
recoges donde no has esparcido. Por eso tuve miedo y fui a enterrar tu talento:
¡aquí tienes lo tuyo!'. Pero el señor le respondió: 'Servidor malo y perezoso, si
sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido,
tendrías que haber colocado el dinero en el banco, y así, a mi regreso, lo hubiera
recuperado con intereses. Quítenle el talento para dárselo al que tiene diez,
porque a quien tiene, se le dará y tendrá de más, pero al que no tiene, se le
quitará aun lo que tiene. Echen afuera, a las tinieblas, a este servidor inútil; allí
habrá llanto y rechinar de dientes'.
“¡SERIA TERRIBLE GUARDAR NUESTROS TALENTOS!”
El texto es muy claro. La vida es un don de Dios. Dios nos ha regalado la vida.
Ninguno de nosotros ha nacido sino que ha sido llamado a su existencia. Todos
fuimos convocados y llamados por amor de Dios y por amor de nuestros padres.
Por lo tanto siempre, la primera palabra de gratitud que tenemos que decir es
“¡gracias porque Dios nos dio la vida y nuestros padres también!”
Al recibir el don de la vida vemos que se nos ha entregado algo, algo se nos ha
confiado. Se nos confió lo humano, desde pequeño y en una familia. Ciertamente
hay familias rotas, quebradas y con faltas de cosas grandes, pero sin embrago
hay familias, hay capacidad en el ser humano y hay desarrollo, crecimiento, hay
alimento, interés, está la cultura, el estudio, la educación, el esfuerzo, la
disciplina, el sacrificio. Y tenemos que ir adelantándonos en estas cosas. Las
cosas buenas que “mamamos” de chicos no se las olvida jamás.
Pero la vida tiene que seguir en el desarrollo, en el crecimiento. Por eso hay que
multiplicar las cosas. Todo lo que hemos recibido gratuitamente, tenemos que
darlo gratuitamente a los demás. Aquellos que tienen capacidades
extraordinarias, que las pongan al servicio de la comunidad y del bien común.
Siempre hay una reciprocidad: se ha entregado, se ha recibido, se ha trabajado,
se ha esforzado, pero también tiene que haber una devolución y eso hay que
multiplicarlo. Pero claro, acá hay uno que es perezoso, que no lo trabajó, ¡lo
enterró!, ¡enterró el talento! Es ahí donde, esas mismas palabras que él dice son
juzgadas, debido a la mala administración que hizo.
Recordemos que tenemos talentos, que los podamos trabajar y multiplicar y que
cada uno dé lo mejor de sí a Dios, a la familia, a la comunidad, a la Iglesia. Que
no se guarden los talentos porque sería terrible hacerlo, sería una tremenda
ingratitud y un inmenso desperdicio. Que seamos generosos en la multiplicación
de los talentos que cada uno tiene y ha recibido.
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén