XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
La resonancia política del Evangelio
Desde hace varias semanas para anunciarles a Jesús y su Evangelio les vengo
hablando de política… y el Evangelio. No pocos exigen y con razón algunas líneas de
acción…Vienen a decirme: ¿qué tenemos que hacer?!
Les respondo con las mismas palabras y mandato de Jesús cuando después de su
Resurrección, sus primeros discípulos le oyeron decirles vayan por todo el mundo y
anuncien a toda la Creación lo que les he enseñado…, sean mis Testigos por
todos los rincones de esta tierra. Vale decir: muestren y enseñen lo que les he
enseñando.
Y el grupo de los primeros seguidores de Jesús - mujeres y varones de toda edad y
condición - se pusieron a hacer lo que Jesús les enseñaba y ordenaba . Seguían la
vida común de la gente de su tiempo en sus vidas de familia y de trabajo y de
relaciones humanas pero se tomaron tiempo suficiente para reunirse para
escuchar-para celebrar-para compartir (Hechos 2,42)
Escuchar. En prolongado tiempo, se reunían mujeres y varones con sus hijas e
hijos para comentar lo que Jesús les había enseñado en palabras, en gestos y
actitudes. Es decir, lo que habían visto y oído a Jesús. Unos comentaban entre ellos
recordando lo que habían vivido y escuchado de Jesús. Otros peguntaban lo que
Jesús había enseñado a un grupo más reducido y a quiénes habían vivido unos
años en su compañía y habían compartido todas las alternativas de la vida
itinerante de Jesús. Lo que se dio en llamar su Vida Pública. No tenían nada escrito.
Las reuniones eran largas, y animadas charlas sobre lo que para ellos fue el gran
acontecimiento del encuentro personal con Jesús. Comentaban entre ellos lo
que le habían escuchado y habían presenciado y las más variadas reacciones
personales ante el hecho Jesús que habían conocido. Para ellos, Jesús no fue algo
pasado, les dejó recuerdos imborrables, cambios profundos en sus vidas y sobre
todo la seguridad de su presencia real. Murió pero ahora VIVE. Es el Viviente. No
fue un gran personaje que estuvo de paso. Los marcó -diríamos hoy- para siempre
y muy hondo en sus sentimientos y relaciones. Entendieron que encontrarse con
Jesús trae consecuencias en el modo de encarar la vida personal y de relaciones
humanas a todo nivel. Jesús, nos ha cambiado el modo de pensar la vida , se
decían. Y ya después de conocerlos tenemos otros intereses y otro proyecto de
vida. Percibieron que desde el encuentro con Jesús se sentían como invadidos como
con otro “espíritu”. Con más ánimo y alegría interior, con mucha PAZ logrando una
convivencia con todo el mundo como en unión de familia. Se sentían felices . A
partir del Encuentro con Jesús habían inaugurado un nuevo modo de vivir la vida
de todos días. Gozaban la vida de siempre pero como en otro clima espiritual. Esta
novedad interior de un nuevo sentir la vida se renovaba en cada reunión que hacían
al volver a escuchar “dichos y hechos ” de Jesús.
La creyentes cuando se reunían en nombre de Jesús inauguraron una nueva
convivencia humana escuchando, reflexionando y orando lo que, hoy, llamamos
los Evangelios. A tal punto notable que, en medio de todo tipo de costumbres y
cultura, se distinguían como el día de la noche. No se separaban del resto de la
sociedad a la cual pertenecían. Se distinguían. Los historiadores paganos como
Tácito han dejado consignado en la historia del Imperio que una nueva raza de
hombres habían aparecido en la Roma Imperial. Hombres y mujeres que se
distinguían por el trato bondadoso y servicial para con los demás. Lo tratado en
sus reuniones trascendía a los demás mediante la conducta diaria de los
participantes . Así, ese grupo de seguidores se hicieron notar por el derroche de
simpatía que irradiaba su presencia ciudadana en donde trabajaban y actuaban.
Así como una mancha de aceite, sus reuniones fueron creciendo en número de
participantes y extendiéndose por el mundo. Lo que escuchaban sobre el hecho
Jesús no quedó en la intimidad de cada uno sino que tuvo resonancia social y
política . La historia de las primeras Comunidades Cristianas nos abre novedosos
caminos para sembrar valores que humanicen el mundo político .
Miguel Esteban Hesayne
.Obispo