Pautas para la homilía
XXXIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A.
Solemnidad. Jesucristo, Rey del Universo
Venid, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros
La realeza de Dios se expresa con la imagen del Pastor.
La imagen que el profeta Ezequiel nos presenta de Dios es la de un pastor que
busca una por una, personalmente, a las ovejas siguiendo su rastro. La acción del
Pastor es la de seguir el rastro de sus ovejas.
Una pauta interesante para preparar la homilía es el movimiento de búsqueda de
Dios hacia cada uno de nosotros, de manera personal e individual. Dios busca
personalmente a cada uno de nosotros. Dios quiere ponerse en comunicación
personal con cada uno de nosotros. ¿Cómo abrirnos a percibir esta búsqueda?
¿Cómo dejarnos modelar por esta búsqueda de Dios? No es tanto un movimiento
nuestro hacia Dios por medio del esfuerzo y la exigencia, sino un movimiento de
Dios hacia nosotros. Esta primera lectura, por tanto, nos invita a abrirnos a percibir
este movimiento de búsqueda de Dios que nos transciende. Dichos con una simple
pregunta: ¿Qué puedo decir personalmente de Dios? ¿Qué vivencia personal e
interior tengo de Dios?
La realeza de Jesús se expresa en la libertad y en el juicio.
Hay un regla para interpretar los textos bíblicos que siempre funciona: la regla del
estribillo, es decir, cuando en un pasaje bíblico se perciben repeticiones a modo de
estribillo, entonces ese estribillo o repetición es lo más importante de ese texto. En
el texto de Mt de este domingo encontramos un estribillo que se repite 4 en forma
de afirmación y/o en forma de pregunta: “Porque tuve hambre y me disteis de
comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve
desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme”
Estas 6 obras de amor son repetidas 4 veces en el Evangelio de hoy. Por tanto, es
bien claro el mensaje de esta solemnidad: busca por medio de tus opciones a Dios.
O con otras palabras: por medio de la libertad puesta al servicio del bien y de amor,
accedemos a percibir el movimiento de búsqueda de Dios por cada uno de nosotros.
Un segundo mensaje del texto evangélico de hoy: la persona de Jesús, la persona que es Dios se
identifica con la persona que viene ayudada. Cualquier cosa que sea hecha a un necesitado, crea
amor. Y este amor nos une a Cristo. Cuando nos encontremos cara a cara con Dios, sólo una
posesión contará y será importante: el amor. No las casas, ni el dinero, ni el poder, ni las
posesiones… sólo el amor. Pero también en el texto evangélico hay un juicio. Para entender el juicio
que aparece en este texto evangélico hay que hacer referencia a la imagen de los corderos y de las
cabras. Los corderos son blancos, luminosos, espléndidos; las cabras tienen, sin embargo, un pelaje
oscuro y hacen referencia a la oscuridad y a las tinieblas de cada uno, al pecado, a la no presencia
de Dios. ¿Quiénes son estos corderos y estas cabras? Somos cada uno de nosotros: a veces somos
luz y a veces somos oscuridad. Cada uno de nosotros es cabra y oveja, es blanco y negro, es bondad
y maldad, somos luz y somos oscuridad. Por tanto, la segunda Buena Noticia que nos viene
proclamada en esta solemnidad es clara: la vida se juega en la medida en que nos asemejamos al
Cordero de Dios, en la medida en que nos comportamos como cordero a semejanza del Cordero de
Dios. Por eso, el castigo, el fuego del juicio es aquel que quemará todo aquello oscuro de nuestra
vida y que nos permitirá ser como el Cordero de Dios.
El sello de la realeza de Dios es la Resurrección de Cristo, es
decir, la victoria de la Vida sobre la muerte.
La segunda lectura de la primera carta a los Corintios se nos habla de Cristo como primicia de todos
los que han muerto y como aniquilador del poder de la muerte. Es decir, la fe en Cristo, la fe-
confianza en su Evangelio, en su palabra… es el fuego que nos ilumina en la vida y es, al mismo
tiempo, el fuego amoroso que quema la parte oscura, de pecado, de no-presencia de Dios en
nuestra vida. Cristo es la medida, la luz que ilumina y el fuego que purifica. Y esa Luz que es Cristo y
es dada por Cristo, la hemos recibido gratuitamente en el Bautismo: el sello de los cristianos.
En definitiva, proclamar que Cristo es Rey del Universo es proclamar que Cristo es el Señor de
nuestra vida, que Cristo es el parámetro de nuestra libertad, que Cristo es la luz que nos da visión
de toda nuestra vida pasada, presente y futura; es proclamar que Cristo es el fuego que quema
aquello que nos separa de Dios.
Fray José Rafael Reyes González
Convento de San Clemente - Roma
Fr. Rafael Colomé Angelats O.P.
Convento San José. Buenos Aires (Argentina)
Con permiso de: dominicos.org