XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Luis María Martínez Sanjuan, C.M.
Para tu talento
No me lo digas. Ya sé que tu talento es más de 5. O sea que, ¡a desarrollarlo!
﾿Me dejas que te diga algo del “bueno” del único talento. Hay quien ha dicho que su
problema es la poca confianza en Dios, que quería tenerlo a raya. Y que ese miedo
lo tienen algunas personas aparentemente religiosas… A éstos hay que repetirles
con Jesús, una y otra vez: «no temáis».
Si hay alguna imagen de Dios de la que la Biblia y Jesús quieren liberarnos, es ésta:
el Dios del miedo. Dios puede ser terrible, pero no temible; puede parecer
abrasador, pero es purificador; y es exigente, pero la suya es una exigencia
liberadora.
Dios no es nuestro propio «superego», ni las durezas terribles de esta vida son
castigo suyo. Otra variante de ese «Dios del miedo»: el miedo de aquél que teme
no la justicia, sino —propiamente hablando— la Misericordia de Dios. Se trata de
cumplir con Dios y «estar en regla» con El. Aunque esta actitud se enmascare
muchas veces como «fidelidad», es una actitud que brota del miedo.
Aquel pobre hombre, de corazón estrecho, confiesa cómo ve él a Dios: ᆱ…eres duro
y cosechas donde no sembraste»; o sea: eres un capitalista rapaz. Por eso declara
él mismo que su sentimiento dominante era el miedo (Mt 25, 25) y que ese miedo
le llevó a buscar la manera de cumplir con Dios: «aquí tienes tu talento, enterrado
y puesto a buen recaudo bajo tierra…ᄏ
– ᄀEh!… ᄀNo te enrolles, macho! – Pues vale: ¿Tú con cuál te identificas? ¿Qué estás
haciendo con tus talentos? Aunque quizá no te pareces a ninguno; puede ser que lo
tuyo sea la comodidad.
¿Sabes? Yo confío en Dios y confío en ti. Y por eso te puedo decir: Un abrazo
gordote o “chillao” a lo Don Pedro Luis, o como quieras: Luis Mari
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)