JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO. CICLO A
CON OJOS Y MANOS DE MISERICORDIA
EMILIO RODRIGUEZ ASCURRA / @emilioroz
Es muy común entre nosotros hablar de pérdida de valores, de la institucionalidad, del
abuso de poder, del egoísmo social, etc., nadie estaría en desacuerdo si expusiéramos a
estos como algunos de los más graves males de la actualidad, sin embargo, la pasividad
con que los describimos nos permite observar dos cuestiones: la primera es que lo
hacemos como espectadores de la realidad, la segunda es que alcanzamos un grado tal
de “objetivación” que pareciese como si poco tuviéramos que ver con esa sociedad que
describimos.
En lugar de ser espejos de Cristo, en muchos casos no hacemos sino empañar su
presencia actual en el mundo; nuestra indiferencia y desentendimiento respecto de los
problemas concretos nos hacen fríos y distantes de los demás, y con ello de Cristo. El
“show de las formas” en el que todos hablamos acerca de los cambios sociales como
algo negativo y nos lamentamos por ello para tranquilizar la propia conciencia no
produce cambio alguno, al contrario, agrava más la situación, pues con nuestro silencio
asentimos en la complicidad mientras son otros los que sufren las consecuencias de los
problemas.
Ante esto, Jesús expresa las obras de misericordia que debemos tener para con quienes
están enfermos, desnudos, hambrientos, sedientos, es decir, para con quienes más nos
necesitan, estos son los pobres. Pero no lo hace solo a modo de accionar cual si
fuésemos una ONG, sino que nos interpela a adoptar una continua y constante actitud de
misericordia para con los problemas de los hermanos, a hacer de la misericordia un
estilo de vida cristiana en el que aquel que necesita de mí, el pobre, tiene un lugar
especial como lo tuvo para Jesús; él se asoció a ellos de manera especial, y en sus
sufrimientos, hoy, la historia de salvación se sigue haciendo presente.
El silencio nos hace cómplices, nos corrompe, la misericordia nos eleva y nos coloca
junto a Dios en tanto hacemos lo mismo que él haría con nosotros. Así, ante la pérdida
de valores la respuesta debe ser una y otra vez la misericordia que viene de Dios y se
escurre por nosotros. Jesucristo, Rey del Universo no es un título nobiliario sino la
expresión y el reconocimiento del señorío y el poder de Dios en la historia de los
hombres en la que los pobres y marginados tienen el lugar de privilegio.-